La caída de sus ramas ha sido un problema desde que se fundó el barrio entre los 80’s y 90’s. Desde entonces, la anhelada orden de poda se ha postergado administración tras administración.
El kiosko, ubicado en la 29 con calle 11B, era el lugar en el que se realizaban de los cumpleaños, navidades, aniversarios y distintas actividades que reunían a la comunidad. Pero, cuando el espacio pasó a ser propiedad del municipio, los habitantes comenzaron a vivir un ‘limbo’ que dejó como resultado el abandono total del lugar.
Hace dos años, la Junta de Acción Comunal del barrio intentó darle una ‘nueva cara’ y a base de ventas de sopa de gallina lograron gestionar recursos propios para mandar a pintar la fachada.
Sin embargo, el pasado lunes 21 de mayo a las 8:00 de la mañana, “sentimos que ‘traqueaba’ algo y fue cuando de la nada cayó una rama que destrozó el techo del kiosko” relató Enith Uparela, habitante del sector.
Las ramas fueron despejadas en su mayoría por el cuerpo de Bomberos Voluntarios de Floridablanca, bajo orden del alcalde de Girón, Campo Elías Ramírez. El desazón de los residentes de Arenales Campestre radica en que hace meses lograron el permiso de la Cdmb para gestionar la tala del árbol, pero el contrato de poda por parte de la alcaldía no se celebró a tiempo.
Desde agosto de 2023 a la fecha, Jorge Eliécer Plazas, presidente de la Junta de Acción Comunal, ha intentado comunicarse con diversas secretarías de la actual administración municipal y las respuestas son poco contundentes.
La actual secretaría de Infraestructura, dirigida por Maritza Silva, se ha puesto en contacto con la comunidad después del reciente desprendimiento. No obstante, los habitantes ya sienten recelo debido a que suelen realizar la respectiva gestión con la autoridad ambiental y los contratos de poda no se logran celebrarse debido a que la orden de aprobación pierde la vigencia de 90 días.
Los dos individuos arbóreos no sólo amenazan el salón comunal, sino que ya sus raíces han levantado parte del andén y el portón que rodea el recinto. Además, bajo las ramas hay una bahía de parqueaderos, la cual se usa con cierta cautela para evitar estragos.