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El sueño de Nancy ‘pisa’ fuerte en Los Colorados

Nancy Yaneth Rivera Solano fue víctima de desplazamiento forzado hace 13 años. Tras recibir una indemnización de la Unidad de Víctimas, espera invertir en su taller y brindar oportunidades de empleo.

Sentada en la sala de su casa, ubicada en el barrio Los Colorados, al norte de Bucaramanga, Nancy Yaneth Rivera Solano sostiene uno de los tantos pares de zapatos que junto a su esposo, John Faber Toloza, han diseñado y fabricado.

Nancy, de 37 años, repasa con sus manos cada uno de los detalles que lleva el calzado que, por encargo, han realizado en las últimas semanas. Para ella, la máxima que reza que cada detalle cuenta tiene que reflejarse en los zapatos que produce.

En este hogar de paredes blancas, hay varias señales del taller de calzado “Eilly’s Shoes” que motiva a esta familia a buscar mejores condiciones.

Su sueño es poder brindar empleo a madres cabeza de hogar y surgir luego de varios escollos en su camino para el futuro de sus hijas, María Fernanda Toloza Rivera (15 años), quien requiere de atención permanente por su estado de salud, y de Emily Lizeth Toloza Rivera (3 años).

Su paso por Cúcuta

En 2010, cuando tenía 24 años, Nancy decidió distanciarse de su esposo. Llevó a su hija María Fernanda para Cúcuta aún en brazos. Una amiga le había prometido encontrar un empleo en una fábrica de plásticos en la capital de Norte de Santander.

Con una sonrisa tímida, Nancy admite que confió demasiado en su amiga y que al llegar a Cúcuta esa supuesta oferta de trabajo no existía. Bajó del camión su trasteo: una cama, algo de ropa, una estufa y una pequeña nevera. Así empezó su travesía en un lugar desconocido.

Radicada en Cúcuta, Nancy alquiló una habitación pequeña en la ciudadela Juan Atalaya de esa ciudad. Nancy recuerda que el espacio era pequeño y que la pieza tenía una puerta daba hacia la calle. “Empecé a vender limonada por las calles. Me iba bien y cambié la nevera”, según cuenta sobre sus primeros días en esa ciudad en la que viviría por siete meses.

Al poco tiempo de estar en el sector, Nancy empezó a compartir más a menudo con los vecinos. Sentada bajo el umbral de la puerta de su habitación, jugaba parqués y naipe con un grupo de vecinos que terminada la jornada de trabajo se reunían a conversar frente a los andenes de las casas.

“En las tardes llegaba asoleada, cansada del trabajo. Me bañaba y salía a jugar con los vecinos”, recuerda Nancy sobre aquellos días.

Era diciembre de 2010 y durante una de esas tardes de juegos de mesa con otros dos jóvenes del sector, fueron interrumpidos. De una camioneta se bajaron dos hombres quienes se llevaron a la fuerza a uno de sus vecinos, quien gritaba mientras forcejeaba con los hombres. Como de costumbre, Nancy se encontraba sentada en la entrada de su habitación. Aunque no recuerda haber visto armas, tiene grabado lo que días después aconteció con su vecino. “A los pocos días el muchacho apareció muerto”, recuerda sobre ese hecho.

Días después, las autoridades tocaron a su puerta para hablar sobre lo ocurrido. Después de esa visita, la vida le cambió. “Me sentía vigilada”, dice. Luego esa percepción fue realidad: cuando llegaba a su casa, Nancy encontraba mensajes amenazantes debajo de su puerta contra ella y su hija mayor, que para entonces tenía dos años.

Un día, al regresar del trabajo, y antes de entrar a casa, una vecina le pidió que no se acercará a su habitación. De ese momento recuerda las palabras de advertencia: “No vaya a entrar, le tumbaron la puerta”. Esa misma tarde regresó a Bucaramanga con su hija.

Situación en la zona

Un informe de la Defensoría del Pueblo evidenció que, incluso en el 2012, había presencia de grupos paramilitares en esta zona del área metropolitana de Cúcuta.

“La Defensoría del Pueblo ha puesto en conocimiento los casos de homicidios selectivos y múltiples, desaparición forzada, amenazas de muerte, restricciones a la movilidad, ataques armados con efectos indiscriminados, destrucción de bienes civiles, extorsiones, reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes y desplazamiento forzado, entre otras conductas (…)”, señala esa entidad en un informe que sintetiza la situación en esa ciudad y que refiere al sector en el que vivió Nancy como una de las zonas de riesgo.

Comenzar de nuevo

Luego de salir desplazada de Cúcuta, esta mujer resolvió sus problemas con John Faber. Vivieron por once años en Bogotá y alcanzaron a tener su propio taller de calzado.

Pese a los esfuerzos, la empresa no sobrevivió a la pandemia y a algunas deudas por cuenta de otros socios de la empresa.

Cansada de esa situación, Nancy no quería saber más sobre la industria del calzado. En 2021, retornaron a Bucaramanga al barrio en el que actualmente viven.

En los últimos dos años, Nancy tuvo varios empleos en servicios generales, pero tras un diagnóstico sobre la condición de salud de su hija mayor, requiere estar cerca de ella, hasta que la EPS no le asigné un cuidador.

Exportar su trabajo

Con un nuevo nombre, Nancy y John Faber retomaron en enero de este año el taller del calzado.

En una vitrina, ella tiene modelos de zapatos deportivos, sandalias, tacones y plataformas exhibidos. Solo para mujer, según dice.

Tras recibir la indemnización administrativa por parte de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, espera invertir en materiales y adecuaciones para su negocio.

Sueña con que los zapatos que se confeccionan en su taller se comercialicen en el extranjero bajo su propia marca. “Tenemos la calidad y podemos hacer exclusividad”, concluye la protagonista de esta historia.

Si desea contactar a Nancy Yaneth Rivera para conocer más sobre su emprendimiento, puede comunicarse al 322 726 1149 o al 312 453 4360

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