Las Fuerzas Militares, a medida que iba avanzando la Operación Esperanza, fueron encontrando pistas y rastros que poco a poco los fueron conduciendo hasta Soleiny Mucutuy (9 años), Tien Noriel Ronoque Mucutuy (4 años), Lesly Mucutuy (13 años) y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy (1 año): Simulaciones de refugios, un tetero, unas tijeras, y las pequeñas pisadas de los niños fueron algunos de los elementos que hicieron que el grupo de búsqueda y rescate conformado también integrantes del pueblo Siona y Araracuara que conocían la zona, consiguieran este viernes 9 de junio, encontrarlos con vida.
Los niños sobrevivieron comiendo los frutos del bosque y tomando algunos de los kits que les habrían dejado en algunas zonas estratégicas de la selva, y que habrían sido donados por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) del Guaviare.
Por algunos momentos, las esperanzas se fueron disipando. El equipo recurrió a todo lo que estuvo a su alcance: sobrevuelos aéreos, extensas caminatas por la selva, detectores de calor, cintas de vida, faros de luz en las noches para iluminar lo que podría ser el camino de regreso para los cuatro menores, hasta emitir la voz de su abuela, en la que esta les pedía que por favor se quedaran quietos, para que los rescatistas pudieran encontrarlos.
Algunos medios de comunicación entrevistaron a sus abuelos maternos, quienes insistían en que la selva los habría de regresar con bien, y que en lo profundo de esa manigua coexistían fuerzas que el “hombre blanco” no comprende, pero que los pueblos indígenas sí entienden. Los cuatro menores hacen parte de la comunidad Uitoto, y tuvieron que salir de su comunidad huyendo junto a su madre, Magdalena Mucutuy, de los horrores de la guerra. Su esposo, Manuel Ranoque, líder de la comunidad, había sido amenazado por grupos al margen de la ley.
Es por esto, que algunos de sus pobladores, como es el caso de Alex Rufino del pueblo Ticuna, dijo a El País que a quienes se pierden en la selva los acompañan “otras espiritualidades, otros seres”, y existe la posibilidad de encontrarse con pueblos que aún permanecen incomunicados en la selva y “espíritus que viven allí, madres de ese lugar (…) Ellos cuidan mucho de las personas”, razón por la que su familia siempre creyó que los niños seguían con vida.
Sin embargo, no deja de ser un misterio la manera como pudieron sobrevivir durante 40 días los cuatro niños “solos” en esa región del Amazonas, en la que, según dijo Rufino, se pierden muchas personas a diario, pese a que no existan datos oficiales que lo comprueben.
“Todos los días uno escucha historias de gente que se pierde. Normalmente cazadores, personas que van y recolectan frutas, o simplemente que van en búsqueda de nuevos territorios y se van a lugares muy apartados”, dijo. Por lo que muchos regresan a su lugar de origen después de 10,15 y hasta 20 años. “La mayoría aparecen siendo sabios, conocedores y chamanes, porque terminan estudiando durante años con ellos, y son los que llegan a sanar, a curar y a proteger de las enfermedades. Eso es en el mejor de los escenarios: hay gente que nunca llega, que nunca aparece, y finalmente ya se queda con ellos”.