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La ley de la calle acabó con la vida de Édgar Acevedo en el Centro de Bucaramanga

Un ambiente más ‘tenso’ de lo habitual se sintió sobre la calle 31 con carrera 17 en el centro de Bucaramanga. La noche del lunes, en el concurrido sector comercial de mueblerías y talleres, un hecho sangriento desató furia entre los habitantes de calle.

Un ambiente más ‘tenso’ de lo habitual se sintió sobre la calle 31 con carrera 17 en el centro de Bucaramanga. La noche del lunes, en el concurrido sector comercial de mueblerías y talleres, un hecho sangriento desató furia entre los habitantes de calle.


Aquellos andenes que de día son concurridos y ajetreados; de noche, se tornan inhóspitos y se prestan para costumbres perniciosas.


Y así era para Edgar Fabián Acevedo Ferreira, de 34 años, quien trabajaba como reciclador y otras personas, quienes a las 9:00 de la noche, cuando ni una ‘sombra’ se atrevía asomarse por aquella zona, aprovecharon para calmar sus ansias de drogas.


Estaban en su ‘viaje’ cuando el horror llegó a bordo de dos motociclistas.
Los parrilleros desenfundaron sus armas, haciéndolos ‘blanco’ de una ‘lluvia’ de tiros.


Aquella sangrienta ‘cacería’ sólo les permitió correr a algunos para resguardarse de las balas.
Una patrullera de la Policía Metropolitana de Bucaramanga que se dirigía hacia la Estación Centro, escuchó la balacera y pidió apoyo.


Cuando llegó había cuatro cuerpos inmóviles sobre la carretera y los atacantes ya habían huido.
Los heridos fueron trasladados de inmediato al Hospital Universitario de Santander, HUS, de Bucaramanga, entre ellos la peor parte la sufrió Édgar.


Recibió un tiro en la espalda y otro en la pierna derecha. No hubo reparo, murió en medio de una intervención quirúrgica.


Luisa Correa Jaimes de 24 años y Betsy Vivías Ortiz Araque, de 23, fueron alcanzadas por proyectiles, pero sus heridas no revistieron de gravedad.


Otro hombre a quien no han identificado aún, fue baleado en el pecho. Tuvieron que ingresarlo a cirugía y se encuentra bajo pronóstico reservado.

Allí en el centro, la muerte de Edgar causó el desenfreno en sus ‘parceros’ quienes perdidos en el vicio buscaban a los responsables. “Aquí no hay Ley que valga, este es nuestro territorio”, vociferaban mientras deambulaban desorientados y atormentados.

Édgar tenía un extenso prontuario criminal por el delito de homicidio, fuga de presos, tráfico de estupefacientes y hurto calificado.


Quienes llegaron por él quizá estaban al tanto de todo eso, pero aprovecharon el estado de éxtasis y alucinación para acribillarlos en ese ‘viaje’.

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