Recogiendo los frutos de su cosecha, así se encuentra Julián Camilo Adarme Lizarazo, un joven talentoso de tan sólo 26 años, graduado de las UTS en tecnología de Petroleo y Gas, y que está dedicado a su proyecto familiar.
Según él, la ley de la vida es cosechar más de lo que siembras y fue por eso que impulsó su trabajo en cosechar piña y vender su fruto en un punto estratégico.
De martes a domingo, Julián es conocido en la ruta que muchas personas hacen de Bucaramanga a Ruitoque Bajo. Allí él, a un costado de la vía vende productos derivados de la piña.
“Nosotros, la familia, tenemos cultivo de piña y al tener el producto, vi la idea de incursionar en el negocio. En la Mesa de los Santos cultivamos y desde hace cinco años estoy en Ruitoque Bajo, desde las 8:00 a.m., hasta las 6:00 p.m.”, comenta este joven piedecuestano.
Su labor es llegar con una camioneta cargada de piña, todos los días y ubicarse dos kilómetros adentro de la autopista Bucaramanga – Piedecuesta.
Allí con 400 kilos de piña a la semana, atiende a muchas personas: ciclistas que van y vienen luego de hacer deporte, residentes de Ruitoque o Acapulco y quienes van a caminar por la zona.
“Desde que uno venta algo muy bueno, el cliente siempre está. La idea es eso; que la gente quiera volverle a comprar, no vender por vender, sino tener algo rico y a buen precio”.
“Mi familia cultiva la piña y yo la vendo. El secreto está en el producto. Yo acá vendo solo, pero mi compañía son los clientes”, argumenta.
En este sitio, Julián comercializa extracto de jugo de piña y naranja, un estilo batido de fruta congelada. Se vende sus 30 vasos diarios.
También las bolsa de piña picada a $2.000, una porción de 14 cuadros o la piña entera de $2.000 a $5.000 en adelante.
“Los clientes van y vienen. Ya conocen el producto. Mi sueño en colocar algo más grande. Me conocen acá y pienso en tener un local, con mejor ubicación y poder seguir con mi oficio de vender piña; ante todo con la gratitud de la comunidad de este sector”, comenta Julián, que todas las mañanas madruga desde el barrio Los Cisnes de Piedecuesta para llegar a este punto de Ruitoque.
“Cada semana cargo la camioneta con las piñas; ese es mi trabajo de los lunes. Me dediqué a esto porque el trabajo de lo que estudié era muy poco, casi no había vacantes y pues pensé en un proyecto e incursioné con la familiar en el cultivo, y aquí me tienen desde hace cinco años”, puntualiza.