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Bucaramanga: 400 años de datos curiosos

En cuatro siglos, Bucaramanga ha sido escenario de varios hechos curiosos que perduran durante el tiempo. Mitos y realidades han marcado los 400 años desde su creación.

Desde su fundación hace 400 años, cuando se dio para facilitar la evangelización en las minas de la región, y hasta la actualidad, Bucaramanga se ha caracterizado por su historia y varios hechos curiosos que no dejan de sorprender.

Sucesos como la declaratoria de la ciudad como un ‘real de minas’, debido a la explotación de oro que se realizaba en sus inmediaciones, hasta la verdadera historia del acta de fundación (que no existe) han marcado varios mitos y realidades en 40 décadas.

La ‘Ciudad Bonita’, que luego contó con la construcción del barrio Conucos como el primer plan masivo de vivienda, ha tenido a través de los años varios cambios estructurales, que van desde un aeropuerto que funcionaba en pleno centro de la ciudad, hasta basureros que se convirtieron en avenidas.

Bucaramanga, sin acta de fundación

A diferencia de la mayoría de ciudades de Colombia, Bucaramanga, pese a ser capital de uno de los 32 departamentos, no tiene acta de fundación.

Esto debido a que en la época de la colonia, cuando se entregaba dicho documento, Bucaramanga nació como un poblado de indígenas y un puesto aduanero para el oro que se comercializaba y entraba y salía por el Golfo de Venezuela, en la frontera con Norte de Santander.

En 1780, cuando el poblado empezó a expandirse, recibió el título de parroquia, que era lo mínimo en aquella época. Sin embargo, en el siglo XIX le quitó al Socorro el título de capital de Santander y logró ser la sede principal del departamento, pese a no tener fundación.

Celebración a la muerte

Mientras que en la mayoría de las ciudades de Colombia la muerte era vista como desgracia o como un “castigo divino”, en Bucaramanga se hacían jolgorios por la muerte de los niños menores de siete años.

Relatan los historiadores de Bucaramanga que hace más de 170 años, en 1850, la muerte de los infantes era vista como con una imperiosa necesidad para celebrar, bailar e incluso tomar algunos tragos de licor.

Cuando un menor de siete años moría, el duelo iba por dentro y por fuera el tradicional jolgorio de la época. Los padres creían que, si no se hacía la respectiva fiesta, el alma de los niños no iba al cielo. Bombos, tiples, panderetas y otros instrumentos musicales sonaban alrededor del cadáver, denominándose así como el ‘Baile Angelito’.

Este ritual, que se hacía en las clases sociales menos favorecidas, fue incluido por el párroco de Bucaramanga, Juan Eloy Valenzuela y Mantilla, en los libros sacramentales de la parroquia de San Laureano, según historiadores de la región.

De aeropuerto a urbanización

En donde actualmente es la Ciudadela Real de Minas operó entre los años 20, 30, 40, 50 y 60 el primer aeropuerto de la capital santandereana, denominado Luis Francisco Gómez Niño, haciendo referencia al aviador de Oiba, Santander.

En este terreno, que inicialmente perteneció a la finca La Hacienda, de la familia del médico Tréver Orozco, funcionó el aeropuerto. Debido a los excesivos ruidos por el despegue y el aterrizaje, muy pocas personas decidían comprar terrenos allí.

Bucaramanga tuvo su propia aerolínea: se trataba de Taxader, la cual hacía vuelos nacionales y regionales. Sin embargo, en la década de los 70 las pistas quedaron pequeñas y el aeropuerto tuvo que emprender el ‘viaje’ hacia el cerro de Palonegro, donde actualmente opera.

De igual forma, luego de abandonar las instalaciones del Gómez Niño, esta zona fue convertida en urbanización y pasó a ser la actual Ciudadela Real de Minas.

Una ciudad que nació al revés

Según los historiadores, las Leyes de India, que definían la formación de las ciudades, establecían que estas se debían formar en el pie de la montaña debido a que los cultivos y la ganadería contaminaban las quebradas.

Entonces para que el agua estuviera limpia, se debía tomar desde donde inicia el cerro. Sin embargo, Bucaramanga es la única ciudad de Colombia que no nació en el pie de la montaña, debido a que no se creó basándose en esta ley, sino que se dio como un matadero de Girón, Santander.

Es decir, la capital santandereana era un apéndice de ese otro municipio como una estrategia para evitar las sangres y los malos olores. Así se evitaba también la contaminación de las fuentes hídricas.

La última sentencia a muerte

A principios de noviembre de 1834, en pleno centro de Bucaramanga, se ejecutó la última sentencia a muerte. Se trató de Higinio Bretón, cuya cabeza, luego de ser decapitada, fue clavada en un palo en la mitad del parque García Rovira.

Cuentan los historiadores que al caer la noche, los habitantes de la ‘Ciudad Bonita’ temían pasar por este parque. Cuando se dio la ejecución, en la casa contigua a la capilla de Los Dolores, donde residía el párroco de Bucaramanga, Eloy Valenzuela Mantilla, se escucharon unos fatales ruidos extraños. Sonidos que llevaron a que Higinio Bretón perdiera literalmente su cabeza.

Historiadores aseguran que hasta 1910 cerca de 123 personas fueron ejecutadas hasta que con el cambio de la Constitución Política se eliminó este castigo.

La culebra Pico de Oro

En los años 70, cuando Bucaramanga empezaba a expandirse a gran escala y los comerciantes continuaban con la producción, un sindicato obrero empezó una protesta por la llegada del comercio extranjero.

Las fábricas de la ciudad se sintieron amenazadas por industria de Alemania, Francia, Inglaterra y otros países europeos, que llegaban a la región con productos de mejor calidad y más económicos.

Debido a esto el sindicato de la Culebra Pico de Oro decidió revelarse ante la administración municipal pidiendo que no se dejara entrar el comercio del exterior. A raíz de esta protesta, en una de las iglesias fue asesinado un comerciante alemán, generando mayor tensión en la región.

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