El legado del pollo asado en Piedecuesta fue un asunto de dos familias. Pero, sólo una de ellas ha logrado ser exitosa en dos generaciones distintas.
A inicios de los dos mil, Ligia Pabón abrió uno de los primeros asaderos en el sector de Cabecera.
De familia trabajadora proveniente del corregimiento Sevilla, Ligia siguió el ejemplo de su padre, Pedro Emilio Pabón, y empezó el duro camino de emprender y ser madre a la vez.
Mientras el negocio se daba a conocer, la madre emprendedora recibía el apoyo de toda su familia, hasta la de su hijo pequeño, Breiner Reyes Pabón.
“Yo crecí en medio de asaderos y recuerdo que mi mamá me ponía a picar la papa y la yuca” relata Breiner. Siempre pendiente de lo que se necesitara en el local, desde muy joven presentó un gran interés por aprender los secretos detrás de un asadero exitoso.
El segundo local
De hecho, tan pronto como terminó el bachillerato a los 16 años, Breiner Reyes recibió las llaves de su primer local, gracias a la colaboración de su mamá.
El nombre era más que claro: Piko Riko II, ya que iba a continuar con el camino que iniciaron su madre y abuelo.
“Usted verá si se deja morir” le advirtió Ligia y así inició un nuevo capítulo para la familia Pabón.
De 2015 a 2019, el segundo local presentó un crecimiento estable a tal punto que el joven emprendedor decidió inaugurar el tercer Piko Riko en el sector de Villas de Santa María.
Conquistando Villas de Santa María
Para un día de padre del 2018, Reyes Pabón abrió las puertas del local que sería el sustento de su propia familia. Para esta época, se había casado con su actual esposa y coequipera, Karol Álvarez Torres.
El amor por todo lo que les había brindado sus negocios es tanto que el restaurante materno fue la recepción de la fiesta de la boda de la pareja.
A los compromisos maritales y de negocios de Breiner se sumó la bella responsabilidad de ser papá de tres niños: Ángel Mathias Reyes, Esteban Nicolás Reyes Álvarez y Aaron Stiven Reyes Álvarez.
El proceso de este tercer local fue duro, como él mismo lo cuenta:”los primeros 18 meses fueron críticos e incluso sentí que no servía para esto”, pero gracias a la persistencia de la pareja lograron cambiar la cara a la adversidad.
Incluso, la pandemia del COVID-19 se presentó a modo de oportunidad, cada vez más clientes en la zona conocieron el producto y de ahí a enamorarse del sabor había un solo paso: pedir el domicilio.
Ahora, con 7 años de ganancias y estabilidad, Breiner y su familia están repitiendo la historia de esfuerzo de Ligia, trabajando todos los días, a mediodía como asadero y en las noches ofreciendo un buen surtido de comidas rápidas.