Un agobiante y doloroso proceso vivió una familia de Betulia, Santander en Bucaramanga. Esther Quesada de Serrano, de 88 años, falleció en un centro hospitalario a causa del Covid-19.
Pero cuando esperaban en el cementerio la llegada del cuerpo para el entierro, se enteraron que por error fue entregado a otra familia y ya la habían sepultado.
Doña Esther ingresó a urgencias de una clínica el 4 de enero y le diagnosticaron la enfermedad. El 5 fue internada y el 8 de enero murió a las 3:50 de la mañana.
“Desde las 8:00 hasta la 9:00 de la noche estuvimos en el cementerio y el cuerpo de mi madre no llegada.
“Por un tercero nos enteramos de que el encargado de una funeraria fue a recoger el cuerpo de una señora de Charalá, que también murió en la clínica.
Se lo entregaron en una bolsa blanca sellada sin nombre y le confirmaron que correspondía, pero a quien llevaban era a mi mamá.
“Fuimos por respuestas a la clínica y el abogado apareció a decirnos que había surgido una confusión”, contó Gonzalo Serrano, hijo de Esther.
La familia quedó embargada por la ira y el desconsuelo, porque además de la pérdida tenían que lidiar con la delicada situación que se les había presentado.
Los dolientes de la otra mujer fallecida también quedaron conmocionados porque habían llorado y enterrado a quien no era su ser querido.
El alivio para ambas era que la inhumación de Esther se había realizado en el mismo cementerio que tenía predestinado la familia Serrano Quesada para su destino final. El otro cuerpo permanecía aún en la clínica.
Gonzalo Serrano dijo que el 9 de enero, la clínica y la funeraria involucradas, les entregaron el cadáver en una bolsa pero no les permitieron hacer el reconocimiento.
Después de aquel inefable acontecimiento, aún permanecía en ellos la exasperación de corroborar que sí era su madre.
“Interpusimos una acción de tutela para que nos permitieran identificar el cuerpo y falló a nuestro favor pero ni la clínica ni la funeraria cumplieron”.
Un Juez ordenó la exhumación
Cuatro meses y medio después, la familia pudo ponerle fin al suplicio. En segunda instancia de la acción jurídica, un Juez ordenó la exhumación de Esther Serrano para que sus familiares pudieran hacer el reconocimiento con todo los protocolos de bioseguridad. Elpasado jueves se llevó a cabo la diligencia.
“Nos pudieron ahorrar tanto sufrimiento si no hubieran cometido esa negligencia. Después de tanto tiempo el cuerpo ya estaba en alto estado de descomposición. De mi madre solo fue reconocible la ropa que llevaba puesta”, dijo Gonzalo.
Él y sus catorce hermanos pudieron ultimar el tortuoso duelo que tuvieron que atravesar. Son 18 hijos los que tuvo Esther, pero tres partieron a la eternidad.
Era oriunda de Betulia pero hace varios años vivía con su hija en el barrio Molinos de Floridablanca. Sufría una enfermedad pulmonar que la sometía a necesitar recibir oxígeno a diario.
“La última vez que la vimos con vida fue la noche del 7 de enero por videollamada.
“Estaba internada pero fue necesario entubarla. Se veía entusiasta, decía que se sentía bien y que iba a salir pronto. Al otro día nos dijeron que había muerto”, contó Gonzalo con la voz entrecortada.
Después de tanto, ese será el recuerdo que mantendrán por siempre de Esther, una mujer que hasta el final, mantuvo la esperanza.