Fallecieron el mismo día con tal de no alejarse el uno del otro y durante su velación, estuvieron dispuestos los dos ataúdes juntos en al altar de la iglesia Santo Nicola de Bari, ubicada en Nápoles, Italia, donde años atrás se juraron amor eterno.
Se conocieron en medio de la Segunda Guerra Mundial. Antonio tenía 18 años y no salió de Nápoles. Montaba guardia y se puso a vender raspados en un carro ambulante al frente del café de su madre. Desde allí veía entrar a la joven Orsola que venía del campo y surtía de leche a los negocios y casas del sector.
Poco a poco se conocieron, en total compartieron 77 años juntos, en los cuales tuvieron 10 hijos, conocieron a 18 nietos, siete bisnietos y una tataranieta.
En diciembre ambos se contagiaron de covid-19 y aunque, al parecer lo habían superado, las secuelas hicieron de las suyas y por eso, el 17 de febrero el corazón de Orosola dejó de latir.
Antonio entendió lo que pasó cuando vio llegar a la familia vestida de luto; 23 horas después también murió de manera natural.
«Cuando mi abuela falleció, hubo mucho dolor, pero cuando mi abuelo lo hizo, todo fue más hermoso. ¿Hay una mejor manera de demostrar el amor? Ninguno quedaría solo. Mi padre advirtió que no podría vivir un solo día sin ella, y era verdad», dijeron sus nietos
