Los frondosos árboles del área se habían convertido en el “portal mágico” de 6 ‘pitufines’ quienes camuflaban pequeñas envolturas de droga entre sus ramas. Estaban tan ben camufladas que ni el mismísimo ‘Gárgamel’ las hallaría.
Organizados en roles específicos, se distribuían en puntos estratégicos, identificaban a los consumidores, recibían el dinero y luego les indicaban donde ir por su ‘paquetico’.
El olor a marihuana que inundaba en el parque, la actitud sospecha en las bancas, las “pintas” que rondaban y merodeaban, daban la percepción de inseguridad, de peligro en el sector donde el comercio impera, los clientes abundan y hasta hay un CAI en un flanco.
Las denuncias de la comunidad fueron detonantes para que la Policía por fin pusiera en el radar.
Hace 12 meses inició la investigación de esa estructura que con la pandemia tuvo que “vacacionar”.
Pero cuando ‘Los Pitufos’ retornaron a su “aldea”, sin saberlo, agentes encubiertos de la Unipol, fueron estableciendo su actuar delictivo.
En el día el negocio era movido, pero discreto. Entre las 8:00 y 12:00 de la noche había ‘vía libre’ para que taxistas, motociclistas, habitantes de calle, llegaran a sus anchas a recibir su dosis.
Alias “La Negra” y “La Diosa” cobraban y entregaban el producto.
“Poporoy”, “Pocho” y el “Negro” se encargaban de dosificar, transportar y almacenar.
El líder, un sujeto de 62 años, era “Papá Pitufo”, daba las ordenes y administraba las ganancias.
Estos “Pitufos” residían en los barrios Café Madrid, Morrorrico y sectores aledaños al Centro de la capital de Santander.
Con pruebas y órdenes de captura, Policía y Fiscalía efectuaron las capturas de ‘Los Pitufos’, quienes quedaron ‘verdes’ cuando uno a uno les fueron leyendo sus derechos.
Cayeron los del polvo rosa
Y si en en el centro la felicidad era el ‘bultico’ verde, más arriba, en estratos más altos, los viciosos de “clase alta” consumían el llamado polvo rosa o ‘Tusi’.
Eso lo sabían cuatro sujetos, tres hombres y una mujer, quienes a bordo de un Chevrolet Spark vendían la droga sintética en fiestas electrónicas en sectores de ‘lujo’.
El auto rojo que ya tenían fichado las autoridades, fue interceptado por patrulleros cuando los expendedores se movilizaban por el barrio La Pedregosa. Llevaban 85 gramos, cada gramo entre 50 y 70 mil pesos.
La mercancía -que era más bien poca- estaba avaluada en los $5 millones.
Bajo la fachada de una plataforma virtual, distribuían el alucinógeno.