Patologías clínicas que lo vendrían afectando de tiempo atrás habrían sido las causantes de su fallecimiento. Sin embargo, por unos cuantos días habría pasado desapercibido, haciendo que su cuerpo empezara a descomponerse en soledad.
Quienes notaron que algo pasaba en la vivienda del abuelo – un agente pensionado de la Policía Nacional – fueron sus vecinos, quienes este martes a primera hora de la mañana recibieron un fuerte hedor, proveniente de la carrera 8 con calle 3-78.
Hacia las 7:15 a.m. se habría hecho la llamada al cuadrante, pues aquella fetidez no podría pertenecer a nada más que la muerte.
Los uniformados llegaron y empezaron a tocar la puerta, pero nadie respondía. Luego, con el apoyo del Cuerpo de Bomberos de Piedecuesta se forzó la entrada de la casa y al abrir se aumentó el nauseabundo olor.
Ahí estaba el cuerpo José Olivo, acomodado en una silla, tras haber recibido la paz de la eternidad. Por el avanzado deterioro de sus restos mortales fue necesario que los criminalistas de la Sijin lo inspeccionaran.
Pero no encontraron nada fuera de lo normal, ninguna marca de violencia; simplemente había llegado su hora.