Su robusta motocicleta quedó partida en dos mientras que a los hierros del automotor de estacas de placas SCJ-883 apenas se le notaban un par de abolladuras. Sucedió hacia las 5:00 de la tarde de este miércoles.
Sin embargo, fuera de los daños recuperables, lo peor para los testigos era observar a Jobino (de 49 años) desgonzado sobre los restos de su Pulsar, bocabajo y sin pronunciar palabra.
En su ser aún se ‘refugiaba’ un poco de consciencia, la suficiente para mover lentamente su brazo izquierdo – con una escabrosa fractura con exposición de hueso – quizá en un fallido intento por levantarse.
“Tranquilo pa’, tranquilo que ya viene la ambulancia. ¡Dios lo bendiga papá!”, le decía un transeúnte angustiado al insistirle en que se quedara quieto porque se podía lastimar más.
Pero las heridas que tenía ya eran suficientes para ocasionar el final de su existencia. Algo claro para el conductor del camión, un hombre de 62 años, quien a un lado del camino solo podía llevarse las manos a la cara y a la cabeza.
Esfuerzos en vano.
Muchas de las personas que transitaban por el sector decidieron prestar su ayuda y entre varias manos jalaron con cuidado la motocicleta que estaba debajo de Jobino, a la vez que los paramédicos sujetaban su cuerpo aún con latidos.
Después de eso comenzaron las maniobras médicas. Inmovilizado en una ambulancia fue trasladado hasta el Hospital Local del Norte, donde los galenos determinaron que necesitaba atención de otro nivel y lo enviaron al Hospital Universitario de Santander, HUS.
Pero al caer el sol también llegó el ocaso de la vida para Bohormita Torres, quien falleció pasadas las 8:30 de la noche, víctima de la imprudencia al volante y de lo que muchos consideran una alarmante falta de señalización vial.