La riña mortal que protagonizaron dos jóvenes en el barrio Campohermoso de Bucaramanga la tarde del miércoles, dejó aterrorizados a quienes transitaban por la calle 45 entre carreras 7 Occ y 8 Occ.
A la mitad de la calle, dos jóvenes se enfrentaban con puñales envueltos en sus manos.
Atónitos, decenas de vecinos observaban la ‘danza’ a muerte sin atreverse a mediar por temor de salir acuchillados, pero un uniformado de la Policía que patrullaba por el sector intervino a tiempo.
“Detuve a uno y le quité el arma blanca. Procedí a pedir apoyo y luego retuvimos al otro individuo. Manifestaron que se habían confrontado por que uno de ellos le habría hurtado una gorra al otro días atrás. Se les incautaron las armas y se les impuso un comparendo”, contó el patrullero.
Su reacción evitó que el violento enfrentamiento terminara en un suceso lamentable, como los seis homicidios que se han registrado las últimas dos semanas en la mismas circunstancias: riñas a cuchillo por intolerancia, factor que ha sido detonante en los saldos trágicos registrados este año en Bucaramanga y su área metropolitana.
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De 146 asesinatos ocurridos, 67 corresponden a riñas con armas blancas, según lo indica un reporte de la Policía Metropolitana.
En su línea de emergencias atendieron en lo que va de la semana, 1252 llamadas por pugnas ocurridas en su mayoría en vías públicas.
La cifra se multiplica aún más los fines de semana, cuando reportan cerca de 500 por día.
“Se podría hablar del fenómeno de manera coyuntural, por el aumento que ha tenido con respecto al año pasado, cuando atravesamos una larga cuarentena por la pandemia. Pero la dinámica es estructural, la intolerancia se desbordó.
“Hay que abordarlo desde las distintas variables incidentes”, comentó una socióloga bumanguesa.
Intolerancia, problemas personales así como la ingesta de bebidas alcohólicas y consumo de estupefacientes son los factores que tienen en común la mayoría de estos casos.
