La “vía de la muerte” como le llaman a la carretera que conduce de San Gil-Barichara, volvió a hacer eco de su “fama”. La falta de iluminación y los andenes estrechos son un peligro para los conductores, pero aún más para los peatones.
La tragedia ocurrió para Wesley Castro Cárdenas, de 25 años, quien el jueves en la noche cuando había terminado su jornada laboral como vigilante en San Gil, se encontró con dos amigos en la vereda La Laja, en la vía hacia Barichara.
Eran las 10:25 cuando los tres hombres charlaban a un costado de la carretera. Wesley les comentaba lo entusiasmado que estaba por la compra de una motocicleta. La nueva adquisición sería de gran ayuda para movilizarse y ahorrar en gastos.
Pues sería una de esas máquinas la que truncaría sus sueños y su existencia. Un motociclista que venía desde Barichara no lo vio ni a él ni a sus amigos, invadió el andén y terminó arrollando a Wesley, arrastrándolo varios metros.
El conductor del velocípedo, otro joven de 20 años, estaba malherido, decía que no los había visto, estaba en ‘shock’ al ver el cuerpo de Wesley tendido sobre la carretera, inconsciente e inmóvil.
No hubo oportunidad de salvar a Wesley, los paramédicos trataron de estabilizarlo y lo trasladaron de inmediato a una clínica en San Gil, pero sufrió trauma craneoencefálico severo, trauma de tórax, fractura en la pierna derecha y trauma en sus miembros superiores con herida abierta y hemorragia en el brazo derecho. No resistió a las graves heridas.
Desde el Hato, de donde era oriundo, familiares y allegados viajaron a San Gil para darles consuelo a sus padres y su esposa.
Era el menor de cinco hijos y el ejemplo de toda la familia pues veía de sus progenitores y era el mejor padre para sus dos hijas.
Sobre las causas del accidente están desconcertados, manifiestan que al parecer el motorizado iba en estado de embriaguez. Sin embargo, agentes de tránsito se encargarán de determinar las responsabilidad en el siniestro.
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La tragedia ocurrió para Wesley Castro Cárdenas, de 25 años, quien el jueves en la noche cuando había terminado su jornada laboral como vigilante en San Gil,
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