El domingo en la tarde Alain Flores Angarita iba en su motocicleta con Jackeline Flores, una de sus hijas. Se dirigían a casa pero al final de la noche, solo Jackeline llegó.
Estaban cerca, vivían en el barrio Café Madrid, al Norte de Bucaramanga pero cuando entraban al barrio Bavaria II un encuentro fortuito con otro motorizado causó la fatalidad.
Entre los destrozos de ambas máquinas -atomizadas por el choque- los tripulantes sufrieron múltiples traumas después de rodar por el asfalto.
De un lado quedó Rutber Alexander Galvis Quintana, de 29 años, quien iba al mando de la otro moto. Sufrió fractura en su pierna izquierda. Quedó en shock, intentaba moverse pero le costaba.
Unos metros adelante estaba Alain, tendido bocarriba, inconsciente y su hija, con raspones por todo el cuerpo. Comenzó a llamar por teléfono, desesperada de ver a su progenitor en ese estado.
Quienes corrieron a auxiliarlos no podían hacer mucho, solo alentarlos y llamar a una ambulancia para que los profesionales de la salud los atendieran como era debido.
Durante 35 minutos, Alain estuvo aferrándose a la vida pero se le iba de a poco con cada aliento, con las pocas fuerzas que le quedaban.
Cuando llegaron los paramédicos confirmaron que Alain estaba sin signos vitales. Sufrió politraumatismos severos y aunque lo llevaron al Hospital del Norte, no hubo oportunidad de salvarlo. A las 4:10 confirmaron su deceso.
Rutbet y Jackeline fueron atendidos en el mismo centro hospitalario.
A Jackeline la dieron de alta horas más tarde, por la noche. De Rutber se desconoce su estado de salud.
El dolor que invade a la familia Flores es irreparable.
“Era un excelente padre, un buen esposo, trabajador, todos aquí en el barrio lo conocían y lo querían”, expresó otra de sus hijas.
Alain era oriundo de El Carmen, Norte de Santander pero se radicó hace muchos años en Café Madrid. Trabajaba en una finca en Rionegro como agricultor. Era padre de seis hijos.
