La gravedad siempre llevó las riendas de su bicicleta de, no más de 80 centímetros de altura. La adaptó para que, al descolgarse por la vía Cúcuta a Bucaramanga, alcanzara más de 90 kilómetros por hora.
Modificó sus frenos, le agregó barras de mayor peso y la decoró con un sinfín de calcomanías que la convirtieron en un ‘caballito de acero’, digno de colección. Aquel 5 de noviembre de 2024, confiado en su habilidad para esquivar todo tipo de vehículos a su paso, Juan Pablo Aguillón Soto, de 21 años, invitó a su novia a una ‘rodadita’, al caer la tarde.
Subieron colgados de un camión desde Morrorrico hasta un punto más alto de la vía, en donde ambos, conscientes del riesgo, se subieron a la bicicleta, levantaron lo pies de forma simultánea, y se dejaron llevar por el viento, la velocidad y sí, la gravedad.
En cuestión de segundos, el miedo a chocar contra una turbo traicionó al piloto. Quiso adelantar, y terminó siendo embestido por una motocicleta.
Ambos cayeron debajo de las llantas de un camión. El peso del vehículo los arrolló.Tendidos en el pavimento a uno cuantos metros del CAI de Morrorrico, ambos jóvenes sucumbieron ante la gravedad de sus lesiones.La bicicleta, sin mayor daño, reposaba lejos de su piloto, que había pasado los últimos dos años de su vida adecuándola.
Así se vive el ‘Gravity Bike’ en Bucaramanga
Una vez la noticia de la muerte de los dos jóvenes llegó a los hogares de los bumangueses, las opiniones sobre los riesgos de usar estas bicicletas inundaron los comentarios de la tragedia.
Algunos más severos que otros señalaban al ‘Gravity Bike’ como una ‘lápida’ o una irresponsabilidad de los padres de familia, al permitir a los menores colgarse de camiones y lanzarse sin frenos por el descenso de las vías nacionales.
A pesar del rechazo de esta práctica, considerada un deporte en otros países, en Bucaramanga, la escena del ‘Gravity Bike’ sigue creciendo entre la marginalidad y en los intentos de jóvenes por convertirla en una disciplina segura.
En grupos de hasta 50 jóvenes entre los 12 y 25 años, realizan sus propias carreras clandestinas.
Sobre la medianoche, cuando no hay tanto flujo vehicular, eligen las vías nacionales como sus pistas. La más usada es el tramo entre Girón y Lebrija, hacia el Aeropuerto Internacional de Palonegro.Entre todos reúnen el dinero suficiente para costear el traslado hasta los puntos más altos, o algunos deciden medirse a la marcha cuesta arriba.Cuando llegan al destino, entre tres inician una carrera. El que llegue a salvo y de primero se queda con el botín que han reunido. Aunque algunas veces compiten solo por gusto.
Sin embargo, al convertir esta práctica en el eje de su vida, terminan usando la bicicleta para desplazamientos por toda la ciudad y a horarios en donde el ‘Gravity Bike’ se vuelve mortal.
¿Colgarse al camión o pagar en Bucaramanga para hacer Gravity Bike?
En la vía que conduce de Bucaramanga a Cúcuta es usual encontrar en el camino hasta cuatro jóvenes colgando de los vehículos de carga pesada. Entre risas y maniobras cuestionables se esconden de la visibilidad del conductor del camión. Esta práctica es sin duda el primer escalón que dan con firmeza para acercarse al peligro inminente de caer.
Los riesgos de colgarse en un camión van desde partirse una extremidad hasta perder la vida por una frenada sin cálculo, la reversa del vehículo o un choque.
Para Juan Pablo Caballero, líder de ‘Gravity Bike’ en Bucaramanga, usar los camiones no es una práctica ligada directamente con esta disciplina.
“Si bien algunos lo usan para llegar a Tona, al aeropuerto, o a las diferentes rutas que hay en la ciudad, lo cierto es que esta también es una decisión que no tiene nada que ver con el deporte. Quienes practicamos también decidimos subir en bus o pagar una carrera”, explicó este joven.
Según afirma, quienes más usan esta técnica son menores que van sin ninguna protección, a merced de lo que pueda suceder.
El ‘gravity bike’ es considerado un deporte en España y otros países
El ‘Gravity Bike’ nació en California, Estados Unidos. Hace 25 años, en San Diego, jóvenes usaban bicicletas de BMX para lanzarse por calles empinadas. También las modificaban haciéndolas más bajitas o largas. Les sumaban peso para que en el descenso alcanzaran 130 kilómetros por hora.
Esta práctica de algo riesgo surgió a partir del ‘Street Luge’, que consiste en lanzarse por colinas empinadas sobre una patineta o tabla con ruedas. Desde entonces, por su popularidad entre jóvenes llegó a ser considerado un deporte extremo en más países.
De hecho, en España se organiza un campeonato para esta modalidad dentro de la categoría de ciclismo de montaña. Eso sí, sus competidores usan todo el equipo de protección, que va desde los cascos hasta una indumentaria que proteja de fracturas.
Estas competencias han llegado, de hecho, a Colombia; municipios como Calarcá y El Carmen de Viboral han posibilitado que los ‘gravity bikers’ puedan realizar sus carreras, de forma segura y sobre todo, legal.
En Bucaramanga, un colectivo de jóvenes ha tocado la puerta de varias administraciones municipales para que esta práctica sea considerada un deporte y puedan equiparse de elementos de protección, además de tener pistas seguras, en donde se hagan cierres viales.
“Queremos que las personas entiendan que no todo el que ven en la calle colgado de un camión se toma en serio esta disciplina y que buscamos que algún día sea considerado por los demás como un deporte extremo”, concluyó Juan Pablo, líder del Gravity Bike, en Bucaramanga.