Los gritos de auxilio de una mujer alertaron a los lugareños de la vereda Morro Negro, en el municipio de Landázuri, Santander. Esperanza Güiza rogaba por su vida. Todo apunta, según versiones preliminares, que su expareja, Pablo Chacón, la agredía sin piedad con un machete.
El intento de feminicidio fue denunciado a las autoridades en la mañana de este sábado 2 de noviembre. De acuerdo con testigos, el señalado agresor arremetió contra Esperanza en medio de una discusión que sostenían por la venta de una finca, en el marco de los trámites del divorcio.
“Ellos, desde hace tiempo, estaban en los trámites de separación y, por ello, hablando de la venta de la finca, no sé qué les disgustó y llegaron a esas agresiones que, personalmente, como habitante de la vereda, tenemos que rechazar. Sobre todo aquí que todos somos prácticamente de la familia”, aseguró un vecino al medio informativo Regional.
Versiones preliminares señalan que la mujer fue apuñalada en la cabeza, en un hombro, en sus senos y en una mano. Las múltiples heridas que Pablo Chacón le habría propinado obligaron a los médicos a remitirla a un centro hospitalario de mayor complejidad en Bucaramanga. Actualmente, su estado de salud es reservado.
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La Policía de Santander no se ha pronunciado sobre este intento de feminicidio que ocurrió ocho días después del asesinato de una menor de 16 años, también en el municipio de Landázuri, a manos de su padrastro, hecho que conmocionó a la población del sector conocido como kilómetro 1.
A las 3:00 de la mañana del pasado sábado 26 de octubre, vecinos informaron a las autoridades sobre el estruendo del único disparo que los alertó segundos antes de los gritos de Carolina Pineda Castrillón, la mamá de la menor de edad que fue asesinada presuntamente por su padrastro.
La adolescente, de 16 años de edad, tenía un impacto de bala en el rostro. En su traslado al Hospital Integrado de Landázuri, su mamá tenía la ilusión de que se salvara. En el recorrido desde el sector rural hacia el casco urbano, la niña perdió las fuerzas y murió minutos después de llegar al centro asistencial.
Los médicos argumentaron que el proyectil habría afectado gravemente su cabeza. Entre los sollozos por la prematura muerte de su hija, Carolina Pineda, de 30 años, alcanzó a confesarles a las autoridades que el padrastro de la menor era el presunto responsable de su asesinato. Añadió que la noche anterior habían sostenido una grave discusión.
Un residente del sector contó que el presunto asesino, quien vivía en la misma casa con la menor, había llegado sobre las 2:40 a.m. borracho.
“Él estaba obsesionado con la niña. No quería que se mudara a Bogotá. No se sabe qué ocurrió, si hubo un forcejeo, pero al rato de la algarabía del señor, se escuchó el disparo”, dijo.