Yuly Maritza Rubio Roa sostuvo una relación sentimental durante 15 años con su asesino, Reinaldo Fandiño Ruiz. El sujeto la conquistó cuando ella era secretaria de una empresa de taxis y él, un conductor de un ‘amarillo’. Le llevaba 19 años, sin embargo, la diferencia de edad no supuso un problema para Yuly, quien rápidamente se enamoró de él.
“Mi prima encontró en ese señor una figura paternal que siempre anheló y yo creo que eso la mantuvo mucho tiempo junto a él, sin importar las violencias que padecía”, aseguró Julián Eduardo Rubio Zapata, primo de la víctima.
A los 10 años quedó huérfana de su padre: lo asesinaron. Este hecho cambió por completo la vida de esta familia, sobre todo de Luz Marina Roa, la madre de la víctima, quien tuvo que sacar adelante a sus tres hijos sola con su trabajo de secretaria. Hoy otra tragedia toca a su puerta, la muerte de Yuly Maritza a manos también de un asesino.
“Es triste lo que le ocurre a mi tía en estos momentos. Perder primero al que fue el papá de sus hijos y después a Yuly, ambos por homicidios”, aseguró Rubio.
Así empezó la violencia
Su familiar le contó a Q’hubo que recuerda que la primera vez que Yuly Rubio contó que su esposo la maltrataba fue en el 2011. Esa vez, ella decidió irse a vivir con su mamá en la calle 23 con carrera 34, a tres cuadras de donde vivía su agresor. “Nos contó que la golpeaba y la maltrataba psicológicamente”, aseguró su familiar.
Esta fecha coincide con el registro de una denuncia por violencia intrafamiliar que interpuso la víctima y que la Policía Metropolitana de Bucaramanga dio a conocer en medio de los detalles del feminicidio. El agresor tenía anotaciones judiciales por lesiones personales en el 2012 y 2007. Además, también se le había acusado de cometer constreñimiento ilegal en contra de su expareja durante el año 2019.
La violencia que ejercía este hombre pasó por muchas etapas: desde los insultos, golpes, hasta las amenazas y extorsiones. Según cuentan sus familiares, Reinaldo Fandiño Ruiz obligaba a la víctima a alejarse de ellos. También la convencía constantemente de faltar a su trabajo como auxiliar administrativa en un concesionario. “Él le decía que mintiera, que simulara estar enferma, se ausentara de su empleo y así viajara con él”, relató su primo.
Estas ausencias las usó después para chantajearla. La amenazaba con contarle a la empresa que ella mentía para no asistir a su jornada laboral. Entonces empezó la etapa del desprestigio. Escribía cartas para denigrarla y las enviaba al grupo escolar del único hijo que tuvieron, un menor de 13 años.
Yuly entró en pánico. Buscó ayuda. Sentía pena y miedo de lo que otros pensaran de ella y ahí empezó a contactar a su primo para que iniciara otro proceso en contra de Reinaldo Fandiño. Esta vez, las amenazas habían escalado. El hombre le enviaba fotos del revólver con el que la asesinaría.
Su primo la ayudó con un proceso en el 2018, pero ella decidió retirar la denuncia porque su agresor lograba manipularla y hacer que volviera con él.
Decidió dejarlo
En febrero de este año, después de más de una década de maltratos, Yuly Maritza Rubio Roa decidió dejar a su esposo. Consultó sobre los trámites del divorcio, se llenó de valor y lo abandonó. Se mudó con su mamá a la calle 23 con carrera 34, en donde fue asesinada en la tarde del miércoles, 15 de mayo.
Cuando decidió salir del apartamento en donde residía, con su futuro asesino, ella sabía que este sujeto violento no la dejaría en paz, entonces extremó sus propias medidas de seguridad. Dejó de salir sola, evitaba hacer vueltas, se mantuvo en casa. El miedo la tenía presa. Del trabajo a su vivienda, y al revés: esos eran sus recorridos.
Por su parte, Reinaldo Fandiño Ruiz empezó a publicar cartas y mensajes hostigantes en redes sociales. La amenazó con acabarle su vida social. Le hacía escándalos en el concesionario, en el que ella trabajaba, ubicado en la Puerta del Sol. Los mensajes elevaron su tono. Las amenazas eran cada vez más preocupantes y Yuly sabía que él podía matarla.
Entonces, el 20 de abril se dirigió a la Comisaría de Familia del barrio La Joya, y denunció por tercera vez a su expareja. A la mujer le prometieron un botón de emergencia y una vigilancia por parte de la Patrulla Púrpura, pero esto nunca ocurrió. “A mi hermana no le dieron nada de eso que le prometieron. Es más, la comisaria le dijo: “Mejor encomiéndese a Dios”, en palabras textuales. La dejaron sola, fueron negligentes”, aseguró Óscar Rubio, hermano de la víctima.
Yuly tenía una rutina muy rígida, pero ni eso la salvó del brutal ataque. La mujer salía del concesionario a las 5:00 de la tarde, una amiga del trabajo la transportaba hasta la casa y la dejaba en la esquina de la calle 34 del barrio Antonia Santos. Cuando su colega no podía hacerle el favor, su hermana la recogía en el carro.
El día que fue asesinada, su amiga la dejó en la esquina. Ella no esperó que su expareja la estuviera acechando. Todos los esfuerzos por mantenerse a salvo fueron en vano. “La acompañábamos por todas partes para evitar esta tragedia. Ella ya nunca salía sola, pero la justicia no pudo hacerle respetar la vida”, sostuvo Rubio, su familiar.