Hoy 21 de julio de 2023 se cumplen dos años sin tener noticias del paradero de Víctor Julio Rodríguez Parra, un hombre de 66 años quien es el único secuestrado en Santander, pero que de su plagio hay poca información.
Su rapto sucedió en horas de la noche cuando se encontraba con su esposa en una finca del corregimiento Santa Cruz de la Colina, en jurisdicción del municipio de Matanza.
Desde esa oscura noche, su esposa, Vilma Aurora Ochoa Sánchez, una mujer de 66 años, quien fue secretaria y laboró en el sector de turismo, no ha podido borrar de su memoria lo sucedido y sobre todo las palabras de uno de los delincuentes que le aseguró que Víctor volvería en tres días, pero ya pasaron dos largos años.
Después de 35 años de trabajar como vendedor en un almacén de productos eléctricos, Víctor Julio recibió la pensión y junto a su esposa se fueron para el campo.
La noche del secuestro, la pareja santandereana se encontraba en su finca, aún era época de pandemia y estaban con un hermano de Vilma. Ella se fue a orar a un altar mientras Víctor Julio pasó a la habitación principal a ver televisión con el cuñado.
“Escuché el grito de mi hermano, salí a la sala y vi a mi esposo encañonado”, recordó.
Tres hombres ingresaron al lugar, vestían ropa oscura, cachucha y tapabocas. Arrodillaron a los vivientes. Ese día solo tenían 300 mil pesos, dinero que un yerno de la pareja les había dado para que fueran a mercar el fin de semana. Los delincuentes les quitaron esa plata que estaba en la billetera de Víctor Julio.
Empezaron a indagar por más dinero y Vilma les aseguró que no tenían, que estaban endeudados con los bancos por el lote que adquirieron.
Esto no convenció a los sujetos que preguntaron quién era el dueño de la parcela.
“Víctor dijo que él y los tipos manifestaron que por orden del comandante se lo tenían que llevar, yo dije que no, que me llevaran a mí”, recordó la esposa.
El pensionado y en ese momento víctima de secuestro tenía una reciente operación de reemplazo de rodilla, por lo que se le dificultaba caminar, y pese a la petición de su compañera de vida no fue impedimento para que lo raptaran, lo subieron a la camioneta que era propiedad de la familia.
En la mañana siguiente se encontró la camioneta en la vereda San Carlos, a una hora de la vivienda. Para ella detrás de la acción había gente de la región porque conocían el camino de escape.
Sólo una semana después del secuestro los contactaron, la única llamada que han recibido en los 24 meses. Un delincuente les dijo que necesitaban 300 millones de pesos para liberarlo.
“Yo le dije que necesitábamos una prueba de supervivencia y me contestaron que para eso depositara 100 millones, les dije que no teníamos esa plata y nunca más han vuelto a llamar”, aseguró.
Desde ese día la incertidumbre y la zozobra han invadido a la familia. No se han tenido más datos.
La Gobernación de Santander, algunos días después, ofreció una recompensa de 30 millones de pesos por información sobre su paradero, pero sin resultados.
El caso está en manos de la Fiscalía, pero ya ha pasado a manos de dos fiscales también sin resultados. Según la denuncia de Vilma, ya no le contestan.
Desde la noche del secuestro, solo una vez ha vuelto a la finca y juró no regresar.