La esperanza de encontrar más supervivientes se desvanece en las zonas afectadas por el potente terremoto en Turquía y Siria, uno de los más mortíferos en décadas en la región. El terremoto es el más importante en Turquía desde 1939, cuando 33.000 murieron en la provincia oriental de Erzincan. Según los últimos balances oficiales, el sismo, de magnitud 7,8 y que estuvo seguido de más de un centenar de réplicas, dejó al menos 21.719 muertos, 18.342 de ellos en Turquía y 3.377 en Siria.
Los equipos de rescate continúan la búsqueda de miles de personas que se sospechan están atrapadas entre los escombros, pero el optimismo mengua ante las gélidas temperaturas y la superación del plazo de 72 horas que se considera crucial para salvar vidas. La OMS estima que 23 millones de personas están “potencialmente expuestas, de las que unos cinco millones [son] vulnerables” y teme que se desencadene una crisis sanitaria.
Más allá del sombrío balance humano, la agencia de calificación financiera Fitch estimó que los daños económicos por el sismo superarán los 2.000 millones de dólares y probablemente alcancen los 4.000 millones.
Frente a esto, el Banco Mundial anunció que aportará 1.780 millones de dólares a Turquía para ayudar en los esfuerzos de asistencia y recuperación. Por su parte, Estados unidos anunció un paquete inicial de 85 millones de dólares para ayuda de emergencia.
Mientras tanto, una misión de 32 rescatistas, médicos y técnicos de Argentina viajaran para colaborar con los equipos de rescate. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) unos 23 millones de personas están “potencialmente en riesgo, incluidos unos cinco millones de personas vulnerables”. Además, temen una grave crisis sanitaria, con enfermedades como el cólera, que causaría aún más daños que el terremoto.
Esta semana, Naciones Unidas anunció que el Secretario general adjunto de asuntos humanitarios y Coordinador de los servicios de urgencia, Martin Griffiths, iría este fin de semana a las zonas afectadas.
La crisis ha sido de tal magnitud que en la ciudad turca de Antakya, los supervivientes buscaban a sus familiares difuntos entre bolsas mortuorias depositadas en un estacionamiento convertido en una morgue improvisada.
El terremoto de magnitud 7,8 ocurrió en la madrugada del lunes, mientras mucha gente todavía dormía en esta región donde muchos ya sufrieron la pérdida y el desplazamiento debido a la guerra civil de Siria.
El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, instó al Consejo de Seguridad a autorizar la apertura de nuevos puntos fronterizos entre Turquía y Siria para entregar ayuda humanitaria de la ONU a las víctimas del terremoto.