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Primero la fiesta, luego el pánico: El día que el fútbol y la guerra se conocieron en Bucaramanga

Este lunes 11 de octubre se cumplen 40 años de una de las jornadas más tristes del fútbol colombiano. Fue el día en el que el fútbol se convirtió en una guerra.

El 11 de octubre de 1981 fue un día gris para Bucaramanga y el fútbol santandereano. Gris, como el color de la camisa, el pantalón y la gorra que tiene puesto don Alberto Molina Rodríguez, un hombre oriundo de Tolima que fue víctima de aquella tarde tenebrosa en la que según datos oficiales fallecieron cuatro personas y 32 más resultaron heridas.

Han pasado 40 años exactos desde que el Atlético Bucaramanga y el Junior de Barranquilla jugaban aquel partido importante que aseguraba la clasificación para alguno de los dos. Una “mala decisión arbitral”, como lo dice Molina Rodríguez, cambió el rumbo del partido solo cuando faltaban siete minutos.

Mira a la cámara, se arregla su gorra y arranca la entrevista haciendo referencia a esa decisión tomada por el juez Eduardo Peña. “Era un partido importante, el Bucaramanga tenía opciones, pero todo cambió con esa infracción que era penal para el equipo. En ese momento la gente comienza a molestar. Yo no era un tipo de meterme en problemas, siempre he sido muy tranquilo, y justo en ese momento entró el Ejército y la cosa se complicó”, dice el hombre nacido en Tolima, pero que toda su vida ha sido hincha del ‘Leopardo’.

Son las 11:30 a.m. del miércoles 6 de agosto de 2021. Molina lleva trabajando varios años en un taller automotriz ubicado en la comuna 3 de Bucaramanga. El lugar donde atendió esta entrevista es un cuarto pequeño desde donde revisa la seguridad de su taller y en el que tiene una silletería de una buseta y dos colecciones: una de botellas de Coca Cola y otra de carros de serie a escala, todos sin sacar del empaque.

“Pregúnteme de carros, yo casi de problemas no sé, pero lo que sí tengo claro es que si yo voy con un amigo a un lugar y a él le pegan, yo respondo”, dice haciendo referencia a aquella tarde. Solo siete minutos faltaban para terminar ese encuentro, siete minutos con un tiempo extra que lo dejaron cinco meses en una de las salas del Hospital Universitario González Valencia, ahora llamado Hospital Universitario de Santander.

“Yo estaba debajo de donde eran las cabinas de prensa. Cuando comenzó todo el problema, recuerdo que el Ejército ingresó y hasta donde tenía entendido ellos solo disparan balas de salva, pero en un momento nos dimos cuenta que las paredes estaban destruidas e ingresaba luz natural al estadio, eran balas de verdad”, afirma en la entrevista, mientras se convence de que eso fue una orden superior del Ejército Nacional.  

Molina Rodríguez nació en 1957, tenía 24 años cuando ‘conoció a la muerte’. “Yo no sé qué pasó, en ese momento empecé a sentir un calor sobre el torso de mi cuerpo y lo único que hice fue tocarme en la parte de atrás, fue ahí que me di cuenta que mi mano entraba completamente sobre la herida que tenía en la parte de atrás, y me dije aquí ya terminé”, cuenta a los micrófonos de VANGUARDIA al mismo tiempo que recuerda que cayó dos escalones en la tribuna oriental.

En esa época tenía 24 años, la víctima de aquella fatídica tarde trabajaba en Sanautos. “Mi vida pasó en instantes, lo único que yo realmente quería y que le pedía a mi Dios, era poder volver a ver mis hijos, eso era lo que quería”, recuerda mientras sus ojos se llenan de lágrimas. En ese momento, rememora que personas de la Defensa Civil lo recogieron y le hablaban. lo montaron a una Dodge 600 y se lo llevaron. “Son cosas que nunca se olvidan”, afirma con dignidad.

El día siguiente a esa tarde del 81, el 12 de octubre, VANGUARDIA publicó en la portada de su edición que había al menos cuatro fallecidos y 32 heridos, pero lo cierto es que durante estas cuatro décadas esa cifra oficial se ha puesto en duda. “Esos muertos que han dicho todos estos años no son los reales. Tiempo después me contaron que esa noche fueron volquetas grises del municipio, así las llamaban, y el Ejército sacó bultos. Fue mucha más gente la que mataron, muchos de ellos no aparecieron”.

La vida y Dios, según su creencia, le dieron una segunda oportunidad. Guarda con respeto, dignidad y tesón esos recuerdos que lo tienen vivo 40 años después y con una actitud que sobresale, pues, su forma de hablarle a la cámara lo confirma.

No olvida los nombres y menos de aquellos que han sido sus más cercanos. Recuerda con cariño a Fernando Díaz Caicedo, entonces gerente de Sanautos, quien durante los cinco meses de recuperación en el González Valencia mandaba semanalmente un mercado para la familia de la víctima. E incluso recuerda a aquellas personas que quisieron jugar con su posición hace 40 años. “Tiempo después llegó un abogado a decirme que podía ayudarme. Yo no quería, estaba olvidándolo, pero me convenció. Le firmé un poder, pero nunca le di plata. Han pasado 40 años y nunca supe más de él y mucho menos del dinero. Yo nunca recibí indemnización por eso, conozco personas que sí lo recibieron, pero yo no”, menciona.

Sus manos están sucias, acaba de terminar de desvarar un carro en su taller, un lugar grande en el que trabaja con sus empleados y al que él menciona como un “taller, taller”, de aquellos clásicos, y que es cuidado por un perro grande con bozal.

Recordar es difícil para todo el mundo, es una actividad que pone a las personas a escudriñar sus más íntimos momentos y a pesar de que afirma que las cosas se le olvidan, recuerda el fusil y la rabia en la cara de uno de esos militares de ese día. “Si ven gran ¡”#$%&%$, para qué se ponen a joder, me dijo. Yo respeto mucho a la a fuerza pública, pero las cosas fueron así, no hay otra”.

El fútbol es de fechas, es coincidencia. Mañana, 11 de octubre de 2021, Atlético Bucaramanga vuelve a jugar con Junior de Barranquilla. Esos siete minutos que faltaban para terminar aquel histórico encuentro se asemejan a estos 40 años. Los tiempos han cambiado y don Alberto Molina Rodríguez ya no va a fútbol. “Ya no voy, tengo un televisor grande en mi casa y ahí veo fútbol, dice entre risas y recuerdos, si el Bucaramanga gana, bien; si pierde, bien. Si Colombia gana, bien; si pierde, bien también. Ya no me preocupo por eso. A pesar de todo lo que pasó, me sigue gustando, el fútbol no tiene la culpa”.

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