En una esquina entre los recovecos de la basta localidad de Kennedy, el áspero cemento fue lo último que rozó el rostro de un hombre, el cual fue apaleado hasta muerte por la comunidad del barrio Britalia.
Este fin de semana, los habitantes de este sector vivieron una mañana desconcertante, pues en horas de la madrugada del pasado domingo un ladrón intentó llevar a cabo un atraco en las inmediaciones de la Calle 54b sur con Carrera 80j, acto que a la postre le causaría la muerte pues sería pillado por la comunidad que ya exhausta de tanta inseguridad descargó todo su cansancio con este ladrón cuando se movilizaba en una motocicleta.
“Fue ahí donde lo bajaron de la moto y no lo dejaron parar, a punta de golpes y palazos el muchacho quedó ahí tirado en el suelo”, le aseguró a Q’HUBO un vecino de la comunidad que dice haberse despertado por todo el alboroto.
El sujeto, aún sin identificar, no se pudo volver a parar una vez la comunidad lo aplacó contra el asfalto, luego de que de las casas bajaran vecinos enardecidos, con largos palos para ajusticiar al occiso.
Un implacable linchamiento
A la vez que la moto del ladrón quedaba hecha trizas, lo intentos del occiso por levantarse fueron en vano, pues la furia de la comunidad no permitió que este hombre pudiera siquiera pensar en una posible huida del lugar.
Entre la clásica ‘tiendita’ de la esquina y la entrañable cancha de micro que no puede faltar en todo barrio de la capital, quedó tendido el cuerpo de la víctima.
“Uno no justifica la violencia, pero es que: ¿quién no ha sido víctima de un atraco en Bogotá?”, planteó un comerciante del sector haciendo referencia a que en capital, la ciudadanía está mamada de la inseguridad, de pasar largas horas trabajando para que de las sombras salga un malandro a quitarle la vida a otro por arrebatarle sus pertenencias.
Las autoridades corroboraron que, en efecto, el hoy occiso sí se dedicaba al hurto, pero cuando llegaron al lugar de los hechos, poco o nada pudieron hacer, pues la ley de la calle ya había emitido una sentencia.
A esta historia solo le restaba un capitulo, el CTI se encargó del levantamiento del cuerpo una vez que la Policía tuvo acordonada la zona.
“Yo sentí miedo por mis hijos que a diario salen a trabajar muy temprano, pero gracias a dios ellos ya estaban lejos cuando pasó todo”, concluyó una preocupada madre del sector que todos los día sufre cuando sus hijos salen a ganarse el pan y se aventuran en una ciudad tan agreste donde volver a casa en la noche ya es ganancia.