Leidy Tatiana Sánchez Montoya, de tan solo 25 años, se convirtió esta semana en la policía número 36 que es asesinada en lo que va del 2022 en medio de una venganza sicarial que bandas narcotraficantes y otros grupos ilegales desplegaron contra la institución para mermar su capacidad operacional y de combate contra el crimen.
El ataque en el que perdió la vida se registró el miércoles en San Pablo, en el sur de Bolívar, cuando un grupo de hombres armados atacó con sevicia la patrulla en la que se movilizaba para realizar, precisamente, un operativo en contra de esa estructura.
Sánchez –aquél 27 de julio– apenas completaba 29 días de haber cumplido los 25 años de edad y 51 de haber obtenido su ascenso al grado de patrullera. La mataron siendo soltera y sin hijos, algo que no sucedió con otro compañero suyo de uniforme a quien asesinaron 48 horas antes.
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Se trata del patrullero Diego Felipe Ruiz Rincón, de 25 años y padre de una bebé de 36 meses a quien –por su juventud y reciente ingreso al trabajo de campo– no le pudo comprar nada con su asignación de policía. Lo mataron en Sampués (Sucre) sin siquiera haber logrado cobrar un solo.
Y otras 48 horas atrás, pero en Yarumal (Antioquia), las balas por las que pagan hasta 5 millones de pesos por cada uniformado que maten terminaron costándole la vida a la patrullera Luisa Fernanda Zuleta, quien nació en Betania y desde el año 2000 reportó a su mamá como desaparecida. Tenía 26 años. En ese mismo ataque asesinaron a su compañero de uniforme Sergio Yepes Páez, padre de una niña de 9 años.
Y así, como las de estos 3 uniformados, hay otras 33 historias de policías que dejan hijos huérfanos y familias rotas por la ausencia de uno de sus baluartes. El general Jorge Luis Vargas, director de la Policía, viajó esta semana a al menos 6 regiones para rendirles honores a sus “héroes caídos” y para implorarle a Colombia, incluso entre lágrimas, que rodeen a su Fuerza Pública. Solo el jueves hubo 54 eucaristías simultaneas.
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Vargas, en una entrevista con este diario, reveló que el Clan del Golfo está subcontratando bandas sicariales para matar a sus uniformados, pero dejó en claro que ni la amenaza de paro armado que ese grupo volvió a lanzar amedrentará a sus tropas.
