El terror, la zozobra y el miedo aún se sienten en Bojayá, 20 años después de que un cilindro bomba cayó sobre el techo de la iglesia del pueblo y mató a por lo menos 79 personas (el número exacto siempre ha sido incierto), más de la mitad de ellas niños, dejó a 100 personas heridas y provocó el desplazamiento de más de 1.740 familias. La comunidad sigue reclamando justicia y reparación, y la reconstrucción, que se prometió desde los primeros días, apenas se ha ido dando paulatinamente.
El 2 de mayo de 2002 integrantes del Bloque 58 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y paramilitares del Bloque Élmer Cárdenas se enfrentaron en las cabeceras municipales de Vigía del Fuerte, Antioquia, y Bojayá en el departamento del Chocó.
En medio de la confrontación, a las 11:00 de la mañana, un cilindro bomba, el segundo lanzado por las Farc, hizo blanco en la iglesia de Bellavista, donde se habían resguardado más de 300 pobladores. Ahí se desató la tragedia.
20 años después, con los dos actores armados que provocaron la tragedia ya desmovilizados, la violencia, ahora protagonizada por otros grupos, sigue siendo motivo de alarma entre los habitantes de la zona.
La ubicación geoestratégica del municipio hace que sea usado por los grupos ilegales como corredor de movilidad a través de sus caminos veredales y afluentes hídricos, desde y hacia las subregiones del Bajo Atrato, Costa Pacífica y Occidente y Suroeste Antioqueño para sacar y comercializar droga a Centro y Norteamérica, poniendo en riesgo permanente a la comunidad de que una nueva masacre vuelva a ocurrir.
“Hoy tenemos un resultado de confinamiento del 70 % de su población en los cascos rurales, tenemos un nivel de reclutamiento tremendamente alto en las comunidades. Allí sigue haciendo presencia el ELN y también las AGC (‘Clan del Golfo’), tanto así que los jóvenes para resistirse a ser reclutados, acaban con su vida”, explicó Leyner Palacios, líder sobreviviente de la masacre de Bojayá y actualmente miembro de la Comisión de la Verdad. La Defensoría del Pueblo coincide con el diagnóstico del comisionado.
Recientemente, una alerta temprana de esa entidad advirtió que en este municipio, “han aumentado los riesgos de desplazamiento forzado, reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes, confinamiento, desplazamientos individuales y masivos, homicidios, restricciones a la movilidad en el territorio que limitan el ejercicio de actividades económicas y el desarrollo de prácticas tradicionales de producción agrícola, así como también amenazas a la población en general y a líderes/as sociales de la región”.
¿En qué va la reparación de las víctimas?
Tras 20 años de la masacre, según un reporte entregado por la Unidad de Víctimas, hay 38.024 víctimas registradas en Bojayá, de las cuales 8.025 son sujetos de atención y reparación. El 49,6 % son mujeres. El 69,9% son víctimas de desplazamiento forzado, el 21,6% de confinamiento y el 2,3% de amenazas. Son 89 las víctimas que han sido reconocidas como directamente afectadas por la masacre.
Frente a la reparación integral, la Unidad explicó que ha colocado 11.519 giros por más de 6.000 millones de pesos, correspondientes a la atención humanitaria dirigida a hogares víctimas de desplazamiento forzado, y 142 por más de 785 millones por los homicidios.
Hay tres sujetos de reparación colectiva, que incluyen a la Comunidad Afro de Bellavista, cuyo Plan Integral de Reparación Colectiva (PIRC) se encuentra en fase de implementación; la Comunidad Indígena Emberá Dóbida de Bojayá, con un avance del 39,5 %, y la Comunidad Afro del municipio de Bojayá.
Sin embargo, esta reparación según el Comisionado Leyner Palacios ha sido insuficiente: “Realmente tenemos una gran preocupación porque la reparación para nosotros no fue adecuada y nos quedaron en Bojayá 169 personas lesionadas de esa masacre que al día de hoy no han sido atendidas, es decir que alrededor de 15 personas lesionadas físicas no han sido atendidas y se han muerto después de esa masacre”, dijo el Comisionado.
Bajo esta misma línea el Comisionado dijo que a Bojayá le hace falta mucho en atención a las víctimas. “Bojayá logró identificar tres sujetos de reparación, los cuales no avanzan en su medida de implementación“, explicó Palacios.
Aún no hay justicia completa
Varios de los responsables de la masacre de Bojayá han sido condenados y otros han reconocido su responsabilidad, pero la justicia completa para las víctimas aún no llega.
En septiembre de 2021, seis ex integrantes del Frente 34 del Bloque José María Córdoba de la guerrilla de las Farc reconocieron ante la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) su participación en la masacre.
Ante el tribunal de paz, Fancy María Orrego, Luis Oscar Úsuga Restrepo, José Ignacio Sánchez Ramírez, Vianey de Jesús Hernández, Pedro Baracutao García Ospina y Nelson Elías Benites Urrego, ejercieron un reconocimiento colectivo de su participación en esta masacre.
Ellos están pendientes de que la JEP les imponga una condena, que, por haberse dado el reconocimiento de verdad, podría ser restaurativa.
Lea también: Impulsan turismo de aves en Floridablanca
En la justicia ordinaria, por estos hechos fueron condenados el guerrillero de las Farc José Antonio Rodríguez Torres, alias ‘Pájaro’, a 36 años y seis meses de prisión , así como otros cinco guerrilleros de las Farc, entre los que se encuentra el venezolano Ultimio Ramón Perea Montoya, alias ‘Barbacha’.
Por estos hechos también fueron condenados jefes paramilitares, entre ellos Freddy Rendón, alias “El Alemán.
“Lo más grave es que no tenemos ninguna investigación, judicialización y condena contra las personas que omitieron la responsabilidad de proteger a esta población; en el caso de las fuerzas militares, tampoco ha habido investigación suficiente que permita recriminar esta comisión de delitos”, añade Palacios.
La completa identificación de los muertos
17 años después de la masacre, en noviembre de 2019, el pueblo pudo despedir a sus seres queridos entre alabaos y gualíes, con cofres blancos para los niños, y cafés para los adultos.
Ese día, después de una minuciosa labor forense, la comunidad acompañó hasta su última morada los restos de 78 personas fallecidas en la masacre que pudieron ser identificadas. Para muchos habitantes del lugar, ese fue el momento en que finalmente pudieron comenzar su duelo.
“Ni una gota de sangre más en Bojayá. Descansen en paz todas las benditas almas del purgatorio”, cantaban ese día las cantaoras en la iglesia San Pablo Apóstol de Bojayá.
20 años después de ocurrida la masacre, los habitantes de esta región del país, siguen tratando de levantarse de la tragedia y recuperando su cultura y sus saberes ancestrales, para que no se olvide lo ocurrido, pero también para que nunca más vuelva a ocurrir.