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Sinaloa y Jalisco, los carteles que más financian la cocaína colombiana

El dinero ilegal de estos grupos sostiene toda la cadena producción. Sus jefes tienen tentáculos en los 5 continentes.

En su carrera por el dominio del mercado mundial de la cocaína, dos carteles mexicanos sobresalen sobre los demás, a medida que inundan a Colombia con su dinero corrompido: Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.

Fuentes de la Dirección Antinarcóticos de la Policía y del Gobierno estadounidense confirmaron que estas son las organizaciones internacionales que más recursos invierten en los cultivos de coca, insumos químicos, laboratorios de producción de cocaína, bodegaje, transporte marítimo y aéreo de la mercancía. Eso, en otras palabras, significa que son las principales financiadoras de estas actividades ilícitas en el país y, de manera indirecta, de la violencia que eso genera.

El cartel de Sinaloa, también conocido como “la Federación”, es el que lleva más tiempo en el negocio. Se forjó en 1989 y estableció alianzas con los carteles de Medellín y de Cali; y cuando estos fueron desmantelados en los años 90, supo conservar los contactos con los herederos del narcotráfico colombiano.

El de Jalisco, en cambio, es una estructura más nueva, creada a sangre y fuego en 2010, pero con una capacidad de expansión que ya supera a sus competidores.

Carrera criminal

Al cartel de Sinaloa lo conforman tres grandes empresas confederadas: la de Joaquín “el Chapo” Guzmán, extraditado en 2017 y condenado a cadena perpetua en EE.UU.; la de Juan Esparragoza (“el Azul”), que algunos suponen muerto desde 2014, pero no hay cadáver para confirmarlo; y la de Ismael “el Mayo” Zambada.

Ante las desgracias de sus socios, cuyos negocios quedaron en manos de familiares, “el Mayo” se convirtió en el máximo líder de la organización. A sus 74 años de edad, es uno de los narcos activos más antiguos, y esa experiencia le ha servido para sostener una federación con tentáculos en los cinco continentes.

Intereses en Colombia

Agentes de Inteligencia indicaron que en nuestro país, los carteles de Sinaloa y Jalisco financian los cultivos y la producción en los enclaves cocaleros de Nariño (eje Tumaco-Barbacoas), Cauca, Putumayo, Norte de Santander (Catatumbo) y Antioquia (triángulo de Valdivia, Anorí y Tarazá).

Su preocupación es lograr una cocaína de alta calidad, pues esto es lo que les permite posicionar su marca entre los consumidores de EE.UU., Europa, Asia y Australia.

Eso explica por qué cada vez es más común encontrar a sus delegados negociando en persona en Colombia, tal cual analizó este diario en un reportaje anterior.

El último capturado en Cali, hace dos semanas, fue Brian Olguín Berdugo (“Pitt”), representante de Sinaloa.

Estos narcos también patrocinan laboratorios clandestinos, insumos químicos y refinerías ilegales. De manera indirecta fomentan el robo de combustible de los oleoductos de Ecopetrol, pues el crudo se usa como disolvente de la hoja de coca, para darle mejor consistencia; en dicho proceso, se contamina el medioambiente.

Estos estímulos a la fabricación de cocaína han mantenido un nivel constante en la producción colombiana, a pesar de la reducción en las hectáreas cultivadas.

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