Siete exmilitares admitieron este jueves en una audiencia pública de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en Medellín que los llamados “falsos positivos” se volvieron “sistemáticos a nivel nacional cuando el general (Mario) Montoya toma el mando de la séptima división” bajo la premisa de que “los únicos resultados que contaban eran los muertos”.
En la sesión explicaron cómo era el modus operandi del “patrón dos” de los “falsos positivos” entre 2002 y 2006 en el municipio de Dabeiba, ubicado en el departamento de Antioquia, una región “extensa” que “tenía muchos habitantes de calle” y era foco de personas vulnerables, drogadictos o personas con trastornos mentales a quienes asesinaban para hacerlos pasar por guerrilleros.
El “patrón dos” fue un modo de operación que se replicó en otras partes de Colombia, aseguró el exsargento Fidel Ochoa.
Por su parte, el excoronel Efraín Prada, quien fue el máximo responsable del Batallón de Contraguerrilla número 79 del cual hacían parte los seis exmilitares que ayer declararon, se mostró arrepentido al decir que él “había sido designado para proteger”: “No lo hice, les fallé”.
Así mismo, Ochoa fue señalado como responsable de los hechos por ser “el puente” entre paramilitares y el batallón 79.
Los mal llamados “falsos positivos” fueron ejecuciones de civiles por parte de miembros del Ejército que luego eran presentados como guerrilleros muertos en combate para recibir recompensas o beneficios.
El “patrón uno”, que fue abordado por exmilitares en otra audiencia pública este martes, se refiere a los asesinatos “de campesinos” que los militares presumían, con información de los paramilitares, “que tenían un vínculo con la guerrilla en la época de los 90 y esas víctimas eran presentadas como bajas de combate”, aseguró Ochoa.
“Me equivoqué al tomar este rumbo”, lamentó el exsargento Jaime Trujillo, al referirse a su decisión, en 2005, de sumarse a las filas de los paramilitares tras ser amenazado por sus superiores porque “no daban resultados”.
Según la JEP, al menos 6.402 jóvenes inocentes fueron engañados con promesas de falsos trabajos y ejecutados por miembros del Ejército para mejorar las estadísticas de lucha contra la guerrilla y recibir recompensas a cambio.
“Patrón dos”
Para llegar a ejecutar el denominado “patrón dos”, los militares debían haber llevado a cabo el “patrón uno”, indicó Ochoa, quien contó que su primer caso fue el habitante de calle John Cañas.
“Interceptamos a un joven con ganas de trabajar, lo engañamos y lo llevamos cerca al municipio de Dabeiba donde fue asesinado por el mismo comandante de batallón”, en una especie de demostración para que el resto de militares pudieran llevar a cabo este mecanismo ilegal, confesó Ochoa.
“Después de unas operaciones con los paramilitares en Llano Grande y Llano Gordo (Antioquia)”, el exsargento Trujillo tomó la decisión de ejecutar a “falsos positivos” en ese mismo lugar, ya que sus superiores no le habían dado las recompensas por los “resultados” que él había entregado, contó.
Trujillo agregó que en Llano Grande les pedía a sus soldados que requisaran a las personas que pasaban; les quitaban los documentos con el fin de revisar sus antecedentes y así poder enviarlos a la base militar, donde posteriormente los asesinaban, les ponían ropa de camuflaje y los hacían pasar por combatientes de la guerrilla.
Por su parte, el presidente Gustavo Petro lamentó en sus redes sociales “la degradación” que supusieron los “falsos positivos” que llevaron a los militares a “asesinar a jóvenes para poder salir de permiso”.