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Falta de medicinas angustia a los pacientes con trastornos mentales

Cuatro personas diagnosticadas con enfermedades de salud mental contaron cómo han cambiado sus tratamientos en los últimos meses. Expertos dicen que es una situación de vida o muerte.

Los tratamientos psiquiátricos en el país corren peligro por cuenta de la escasez de medicamentos. Hasta hace unas semanas se creía que era una crisis que solo tocaba a los pacientes de enfermedades físicas, pero también afecta a los pacientes de las enfermedades mentales.

Amanda*, de 25 años, ha visto afectada su economía, su trabajo en Bogotá y su tranquilidad desde que se volvió una misión imposible conseguir que su EPS le suministre sus dosis de desvenlafaxina (medicamento usado para tratar la depresión). Ni en las farmacias y droguerías ha podido encontrar este medicamento clave para tratar el diagnóstico de depresión y ansiedad que tiene desde hace cinco años.

“Lo que sé es que está agotado porque se dejó de producir y ahora no se encuentra en ninguna parte de Colombia. Lo intenté pedir en muchas ciudades de Colombia, pero ni por Google lo pudimos encontrar”, le contó a este diario.

Una situación parecida a la de Amanda vive Maria Camila Velásquez desde diciembre de 2022, en Pereira. Desde entonces dice que su entidad promotora de salud no le ha podido garantizar el acceso a los fármacos escitalopram (antidepresivo) y quetiapina (ansiolítico), que tiene recetados desde finales de 2021 cuando le diagnosticaron trastorno de ansiedad y depresión.

Cuenta que, a raíz de la imposibilidad de adquirirlos, su psiquiatra ha tenido que cambiarle tres veces la fórmula, por lo cual le medicaron duloxetina (un antidepresivo), la cual ha tenido que buscarla por farmacias para no interrumpir su tratamiento.

“Para comprarla he tenido que sacar de mi plata. Es una caja en la que solo vienen siete cápsulas y, para mi medicación, necesito gastar entre $70 mil y $80 mil al mes. Pero hace dos semanas no lo tomo, porque la economía no me da para costearlo”, aseguró.

Entre tanto, en Medellín, Stella* se ha visto afectada por esta escasez en sus finanzas, ya que conseguir la duloxetina y la pregabalina para tratar su ansiedad es complicado en cuanto a que “solo se consiguen en Mental Care y no se encuentran fácilmente en una farmacia cualquiera, pero si se consiguen son costosísimas”. Aún con esta dificultad, contó que le “toca comprarlos de su dinero para no dañar el tratamiento, pero a una persona sin recursos sí le afecta”.

En medio de estas historias hay todo un entramado de señalamientos graves, peleas entre autoridades, desautorizaciones y hasta cabezas rodando en la entidad encargada de hacer seguimiento, notificación y generación de alertas sobre el estado de abastecimiento de medicamentos: el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima).

Según el más reciente informe de esa entidad y del Ministerio de Salud y Protección Social sobre la realidad del desabastecimiento de medicamentos en el país, son en total 39 los que realmente están declarados como “desabastecidos”. Entre estos, varios claves para atender enfermedades como el VIH, la leucemia, los dolores crónicos y los trastornos mentales.

Estos últimos afectarían los tratamientos de las personas con estas patologías. Que no son pocas. Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Salud Mental registró que el diagnóstico por depresión tiene una prevalencia de 15,8 % en adolescentes, 4,7 % en adultos entre los 18 y 44 años (mujeres en su mayoría) y 8,9 % entre adultos mayores de 45 años. También señaló que entre 2018 y 2020 se suicidaron 8.549 personas y 85.526 más intentaron hacerlo.

Sin olvidar que la pospandemia del covid-19 develó cómo el virus, y los cambios sociales que se vivieron en medio de la contingencia para contrarrestarlo, impactaron en la salud mental de los colombianos. Por eso el Ministerio de Salud señala que esta contingencia mundial de salud aumentó en más del 25 % los problemas de salud mental en el país; así como que en los últimos cinco años aumentó en un 34,6 % el número de personas atendidas por consultas de salud mental, pasando de 936.940 pacientes en 2019 a 1.287.194 en 2021.

Esas cifras del Invima fueron publicadas este jueves 23 de marzo luego de dos semanas de peleas y de señalamientos que dejó a su director encargado, Francisco Rossi, sin que lo ratificaran en el puesto. Y es que Rossi primero dijo que las EPS estaban “reteniendo y no entregando los medicamentos a los pacientes con el objetivo de oponerse a la reforma a la salud”, a lo cual las aseguradoras respondieron que era una afirmación mentirosa y la rechazaron.

Después, citado a un debate de control político, dijo que la ministra de Salud, Carolina Corcho, “ha recibido varias veces visitas de comercializadores internacionales de medicamentos que, lista en mano, nos dice que los (medicamentos) que estén desabastecidos nos los ponen en una semana en Bogotá en un contenedor a un precio mínimo”.

Como las EPS, Corcho también desmintió al entonces director y dijo que no ha “sostenido reunión con ningún laboratorio internacional que haya ofrecido medicamentos que escasean. No existe ningún contenedor esperando ingreso. El Ministerio puede ser facilitador, pero no es el comprador de estos medicamentos que corresponde a otros agentes del sistema”.

Una cuestión de vida o muerte

Un diagnóstico por una enfermedad o un trastorno mental y su tratamiento posterior es un proceso que, en ocasiones, requiere de tiempo prolongado, entre otros aspectos, para medicar al paciente con un fármaco que pueda hacerle efecto. Para esto pueden requerirse entre tres y cuatro semanas. Y si se cambia o modifica la dosis del medicamento, el efecto se pierde y para retomarlo se necesitan que pasen esas semanas.

Así es el caso de Rubén Rivera, de Bucaramanga, quien está diagnosticado con trastorno bipolar tipo 2 y ve su tratamiento afectado por el desabastecimiento.

El fármaco que más le ha costado conseguir es el carbonato de litio, una sal que se usa, además, para tratar la depresión mayor recurrente, el trastorno límite de la personalidad y el trastorno esquizoafectivo.

“Siempre que saco cita con la psiquiatra, la respuesta es que no puede mandar el medicamento porque hay escasez a nivel mundial y que en el país la situación es específica”, expresó.

Debido a esa dificultad, aseguró que lo que ha resuelto es “ajustar la dosis para que el que tengo me dure hasta recibir respuesta y mientras comprarlo de mi bolsillo en otras farmacias”; pero anotó que esta solución le trae más problemas para su tratamiento y estado de salud, pues cuando reduce la cantidad que necesita tomar “me afecta mucho porque mi cuerpo siente la diferencia y es un medicamento que trae muchos efectos adversos si se baja la dosis de manera abrupta”.

Es una situación casi calcada a la que narró Amanda al explicar que el antidepresivo que no ha podido conseguir es un “medicamento que genera dependencia, lo cual significa que no se puede dejar de tomar y hacerlo implica que se genere síndrome de abstinencia”. Y así le ocurrió. La abstinencia que sufrió, según dijo, “fue un proceso muy duro en el que no recibí ayuda de la EPS. Creo que la gente no entiende lo problemático de no tomar este medicamento”.

Frente a esto último expresó que de no tomarlo va a generar una crisis en las que “fácilmente te puedes suicidar, puedes entrar en una situación incontrolable o en una crisis maniaca (episodios anormales de optimismo, nerviosismo o tensión; aumento de actividad, energía o agitación, y euforia exagerada). Yo cuando no lo tomaba entraba en una crisis así, en la que uno no es consciente de lo que hace”.

Son estos casos los que están detrás del cruce de señalamientos y declaraciones entre el Invima, el Ministerio de Salud y las aseguradoras. Una cuestión, para las personas diagnosticadas con trastornos y enfermedades mentales, de vida o muerte. Así como lo narra Amanda y Rubén.

¿Qué dicen los expertos?

Dos expertos consultados por EL COLOMBIANO coinciden en que el desabastecimiento de los fármacos para tratar estos padecimientos es una realidad de suma gravedad para los afectados y requiere la acción inmediata de las autoridades del sector.

En ese sentido, la médica psiquiatra Olga Albornoz aseguró que “cuando uno tiene que medicar a una persona es porque hay una causa de trastorno mental y debe tener un uso crónico o semicrónico, o de lo contrario, ante la suspensión por desabastecimiento, la enfermedad volverá a aparecer con más fuerza y la recaída puede traer consecuencias muy graves”.

Así mismo, explicó que el tiempo de no estar en un tratamiento integral con la medicación requerida o que tenga que suspenderse por la imposibilidad de conseguir fármacos varía según los trastornos.

“En el caso de los antidepresivos, estos no actúan sino hasta el mes de iniciar a tomarlos, así que si usted no consigue el medicamento y tiene que cambiarlo, esto quiere decir que el otro que comience no va a funcionar sino hasta después del mes y, así, la recaída que viene es gravísima”, añadió.

Por otro parte, el también médico psiquiatra Rodrigo Córdoba expresó que los pacientes que están bajo cuidado psiquiátrico “requieren tratamiento por tiempos prolongados, pero con esto lo que se garantiza es que sean personas que puedan retomar su funcionalidad, empezar a tener control en sus síntomas y eso influye en su vida cotidiana, en el ámbito familiar, de pareja y laboral, entre otros”.

Sin embargo, expresó que, según su experiencia, cuando los tratamientos se suspenden por la falta de medicamentos ha significado “la reactivación de síntomas mentales y de síntomas físicos, porque la salud mental, en el momento que se desajusta, también incide sobre aspectos físicos de los pacientes, que son personas que necesitan medicinas que garanticen la tranquilidad durante el tratamiento, entonces cuando se suspende no hay cobertura en términos clínicos y trae repercusiones”.

Tanto Albornoz como Córdoba coinciden en que es una urgencia de salud pública por lo cual las autoridades de salud deberían hacer importaciones o apoyar los laboratorios nacionales para producir las medicinas desabastecidas e intervenir drásticamente para garantizar su flujo.

De hecho, entre las soluciones que anunció este miércoles el Ministerio de Salud estaba la suscripción de “un memorando de entendimiento con la Universidad de Antioquia para la producción pública de medicamentos estratégicos”, así como la realización de “reuniones de concertación con la Secretaría de Salud de Bogotá y con Vecol para la recuperación de la soberanía sanitaria en la producción de vacunas y biológicos, privilegiando la producción pública”.

En ese sentido, la institución afirmó estar lista para apoyar esta iniciativa en su Planta de Producción de Medicamentos Esenciales, que además de ser incluida como proyecto estratégico en el Plan Nacional de Desarrollo 2023-2026, está preparada para producir cinco medicamentos que actualmente presentan desabastecimiento y que son necesarios para el tratamiento de diferentes enfermedades: Niclosamida, Benznidazol, Praziquantel, Cloroquina y Tafinoquina. Realizar la producción de estos cinco productos farmacéuticos demandará una inversión de $5.000 millones, que ya están disponibles.

Testimonios de las afectadas por la escasez de medicamentos

María Camila Velásquez

Fui idagnosticada con trastorno de ansiedad y depresión en noviembre de 2021. Desde diciembre pasado no lo encuentro y con el psiquiatra hemos cambiado la fórmula tres veces. El último que me recetó tuve que comprarlo con mi dinero, que al mes me cuesta entre $60 mil y $80 mil, y hace dos semanas no tomo porque no me alcanza la plata.

Rubén Rivera

Tengo trastorno bipolar tipo 2 y debo tomar carbonato de litio. La escasez me ha afectado porque no lo consigo por otros medios y me toca ajustar la dosis para que el que tengo me dure. Pero cuando lo hago me afecta porque mi cuerpo siente la diferencia y es un medicamento con efectos adversos si se baja la dosis de manera abrupta.

Amanda

Me diagnosticaron depresión y ansiedad hace cinco años y no he podido conseguir desvenlafaxina. Es un medicamento que produce dependencia y, al dejarlo, me dio síndrome de abstinencia. Fue un proceso muy duro que implicó crisis incontrolables y crisis maníacas cuando no lo tomaba. En ese caso, no se razona de manera adecuada, uno puede tirársele a un carro, golpearse o suicidarse.

Stella

Para tratar la ansiedad, debo tomar duloxetina y pregabalina. Me ha afectado en la parte económica, porque son muy caros. Pero me toca comprarlos para no dañar el tratamiento. No me ha afectado psiquiátricamente, pues los compro de manera particular, pero a una persona sin recursos sí le debe afectar.

Esto dicen los expertos

Olga Albornoz – Psiquiatra

Estos medicamentos son especiales porque tienen que traspasar la barrera encefálica y tienen una calidad especial y tienen un tiempo de uso. Entonces, si se desestabiliza el tratamiento por dejar de tomarlos y la enfermedad reaparece, va a llegar más grave y va a empeorar el pronóstico.

Rodrigo Córdoba – Psiquiatra

Los tratamientos con estas medicinas son fundamentales porque influyen o mantienen el control sobre los síntomas de las enfermedades. En casos de ezquizofrenia, depresión o trastorno bipolar, generan una correcta funcionalidad, pero cuando se abandona el tratamiento, esto trae consigo compromisos sobre esos síntomas y la reactivación de esas manifestaciones traen complicaciones mayores.

*Nombres cambiados por petición de la entrevistada.

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