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Mi oficio Q’hubo: Carlina, la vendedora de helados caseros de Villa Alcázar

Doña Carlina Velazco lleva 30 años haciendo estos helados. La idea nació después de un accidente que tuvo que le disminuyó la movilidad.

No hay nada que recuerde más a la niñez que un helado casero. La vecina de la cuadra, que todos saben que los vende, no necesita ningún local para que su negocio sea el más concurrido, especialmente por los niños.

Después de jugar un buen ‘ponchado’ o escondite, lo mejor es sentarse en la esquina del barrio y comer helado entre todos. Estos recuerdos son los que evoca el particular aviso de la casa de doña ‘Carlina’, en la calle 145 del sector de Villa Alcázar, en la parte baja de La Cumbre.

Aunque la vecina venda almuerzos y también hielo, lo que más resalta en su aviso es la venta de los helados caseros. Un oficio que aún tiene su público y que goza de cierta nostalgia en cada barrio popular del área metropolitana de Bucaramanga.

Eso sí, ahora hay que juntar más monedas pa’ hacer la ‘vaca’. Su valor pasó de ser de 300 a 700 pesos, en los últimos años, y por el incremento del precio de los insumos: la leche, el azúcar, la fruta y las esencias.

La tradición

Doña Carlina Velazco lleva 30 años haciendo estos helados. La idea nació después de un accidente que tuvo que le disminuyó la movilidad. “Pensé en cómprame una nevera. En ese tiempo valía más o menos un millón de pesos”, contó.

Consiguiendo ya el electrodoméstico esencial para su venta empezó a indagar sobre cómo hacer los helados más ricos.

“Yo fui donde una vecina y le probé los helados, pero no me parecieron tan buenos, ella los hacía con leche de bolsa, es decir líquida, y no le quedaban tan bien que digamos”, agregó Carlina.

De modo que esta bumanguesa consultó con otra vendedora que le explicó lo importante de la leche en polvo para que los helados quedaran a la ‘altura’.

El toque encantador

Al tener este conocimiento, Carlina fue mejorando su técnica, poniéndole lógica y también creatividad a sus helados.

Para esta mujer lo esencial de un casero es tener productos frescos y en buenas condiciones. Por lo que esta vecina renueva su alacena dependiendo del sabor que vaya a realizar.

Uno de los helados a los que más le mete empeño es al de coco. “Yo compro el coco, lo pelo, lo pico, lo licúo. No me gusta comprar pulpas o el coco ya preparado”, contó.

Por lo que a este ‘manjar’ se le siente la fruta. No es simplemente la esencia, uno sabe que está comiendo un helado fresco y sin colorantes o endulzantes artificiales.

Para Elizabeth Velazco, una de sus clientes más frecuentes, los helados de Carlina son los más apetecidos por los jóvenes al salir del colegio, o al reunirse los fines de semana, que son los días en los que más se venden los helados.

“Los helados de leche de doña Carlina son los mejores, yo me como hasta tres, son muy ricos”, dijo.

Esta vecina aún usa su nevera casera, aunque ya de otro modelo, para refrigerar sus helados. Hace de varios sabores para no tener que decir la penosa frase de: No hay.

La venta de helados y también de los almuerzos le ha dado lo necesario para vivir, tener su casita y no pasar ninguna necesidad.

Su negocio se ha movido por diferentes barrios, hasta parar en este sector. Sin embargo, su fama de buena ‘heladera’ se ha mantenido sin distinción del lugar.

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