Por Ingrid Albis
Doce días de incapacidad fue lo que el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses le ordenó a Lizeth, debido a los golpes que le ocasionó su expareja, luego de una acalorada discusión en la que ella le ratificó que no regresarían.
Hematomas en diferentes partes de su cuerpo y una fractura de nariz fue el diagnóstico entregado por el cuerpo médico que la atendió.
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Lizeth es una joven universitaria de 21 años, a quien le cambiamos el nombre en esta publicación para resguardar su identidad.
Ella asegura que hace un año terminaron la relación con quien fue su pareja durante un año y medio, aproximadamente. Desde el segundo semestre de 2021, él ha insistido en buscarla por todos los medios posibles, le escribe, la llama, le envía mensajes, la persigue, llega a los lugares donde frecuenta e incluso se hace afuera del conjunto residencial para verificar cuándo enciende y apaga la luz de la habitación, cuándo sale al balcón.
“Me llamaba para que habláramos, quería que le diera otra oportunidad. El viernes (5 de agosto) acepté que habláramos en el apartamento. Empezamos a discutir y cuando le pedí el favor de que se fuera porque ya no quería estar con él, empezó a agredirme pegándome puños. Antes de irse, esculcó mi bolso y se llevó mi cédula y la tarjeta del banco, también un anillo de oro que tenía sobre la mesa”, relató.
Lizeth, por fortuna, estaba acompañada de una compañera de la universidad que presenció todo e impidió que la historia fuera otra. Pidieron ayuda a la Policía, que oportunamente atendió el requerimiento y permitió que se abriera la ruta de atención.
“Él se fue antes de que llegara la Policía, yo ya estaba bañada en sangre. Sin embargo, estaba pendiente cerca del apartamento porque se dio cuenta de la llegada de la Policía. Me llevaron a la clínica y luego a Medicina Legal”, anotó.
Con los dos dictámenes, Lizeth confirmó que interpuso la respectiva denuncia penal ante la Fiscalía General de la Nación y adelantó el proceso respectivo ante la Comisaría de Familia para exigir medida de protección.
Hoy tiene miedo de que algo grave suceda. Teme por su vida y por la de su papá, quien es la persona que la está acompañando en todo momento. Ella dice que no sale sola, pues este sujeto además la ha amenazado diciéndole que si la ve con otra persona la “revienta”.
“Uno no sabe qué puede pasar, cómo él pueda reaccionar o cómo pueda reaccionar mi papá. Es una situación angustiante. Yo no salgo tranquila a la calle, siempre estoy mirando para todos lados. Me da mucho miedo que pueda estar por ahí cerca”, aseveró.
¿Por qué terminaron?
Lizeth duró con este hombre (de 22 años) cerca de un año y medio y terminaron justo cuando la familia de ella se dio cuenta que estaba siendo violentada.
“Sus conductas agresivas fueron ya al final de la relación. Él me chantajeaba para que no le terminara, me agredía, pero nunca tan fuerte como lo de ahora. Me halaba el cabello, me agarraba del cuello, pero nunca me había dejado moretones. Unas amigas sabían de esto y ellas les contaron a mis papás que él me agredía, por eso terminamos. El problema que se armó cuando se descubrió todo fue muy grande”, recordó Lizeth.
Esta joven universitaria asegura que la mamá y la hermana de su agresor la llamaron para que no lo denunciara, incluso intentaron persuadirla con dinero para cubrir los gastos que se generaron con la lesión de su nariz. No obstante, ella hizo caso omiso.
Para concluir, Lizeth aseguró que decidió romper el silencio por su familia. “La agresión de ese día fue el límite para yo abrir los ojos. Pensé en la familia, qué tal si en algún momento esta persona decide acabar con mi vida, pues ellos eran los que iban a quedar sufriendo. También pensé en mis sobrinas porque no quiero que pasen por esto”, puntualizó.
Voz de experto
Gina Elizabeth Pineda Garzón, directora del Observatorio Ciudadano del Feminicidio, aseguró que las violencias contra las mujeres por razones de su género se fundamentan en una cultura de dominio masculino en los ámbitos público y privado.
Es más, considera que “la autonomía de las mujeres no es la causa de las violencias, en el contexto de la pareja o la expareja se precisa dirigir la mirada hacia el agresor y la discriminación que ejerce al observar a la mujer como si fuese un objeto de su propiedad, considerando que tiene la potestad de controlar sus decisiones y castigarla a través de diversas manifestaciones de violencias, incluso de las formas más extremas”.
En este contexto, se pueden señalar eventos que requieren especial protección al representar riesgos para la integridad, libertad y vida de las mujeres, como son todos aquellos vinculados a la sensación de pérdida de dominio por parte del agresor. Por ejmplo, la culminación de la relación sexoafectiva, la negativa de la víctima a retornar a tal vínculo, el establecimiento de una relación con otra persona y la acusación de supuestas infidelidades.
De acuerdo con lo descrito por Lizeth, dijo Pineda Garzón, la víctima fue sometida a violencias de carácter psicológico, patrimonial y físico.
Entre las múltiples manifestaciones de violencias durante la relación se encuentran: malos tratos verbales, humillaciones, manipulación, control sobre las decisiones vitales como intentar evitar la ruptura en la relación y ataques físicos incluyendo asfixia.
“El ciclo de violencias experimentado durante la convivencia no fue suspendido por el agresor al culminar la relación. Al contrario, desplegó otros mecanismos como la acechanza, las conductas de posesividad y las amenazas contra la vida de la mujer. Las violencias continuaron en escalada hasta un incidente de ataque físico severo, aunado a violencia psicológica y patrimonial al hurtar y retener objetos y documentos personales de la mujer. Todo esto generando en la víctima no solo daño físico, sino en las esferas emocional y familiar; provocando un profundo temor frente a su integridad y la de su familia”, acotó.
A su juicio, este caso se enmarca en la violencia intrafamiliar con un ciclo de violencias contra la víctima por el hecho de ser mujer, con incremento en intensidad de las violencias y diversificación de sus modalidades, resultando en conjunto compatible con riesgo de feminicidio en el contexto de la expareja.
Así las cosas, “urge la protección y atención integral a la víctima, así como la persecución y sanción al agresor y la garantía de no repetición”, insistió.
Para la directora del Observatorio Ciudadano del Feminicidio, el derecho a una vida libre de violencias depende de acciones en distintos niveles, como la prevención que involucre a potenciales agresores y a sistemas de educación, la familia, los medios de comunicación y la sociedad en general para la transformación de la cultura que privilegia lo masculino sobre lo femenino y aparta a las mujeres del goce de sus derechos en pie de igualdad.
Desde su concepto, enumera que “es prioritaria la atención efectiva y especializada en clave género por parte de las autoridades competentes para la garantía de los derechos a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. Casos como el aquí expuesto necesitan que se active la ruta de atención; se brinde protección inmediata a la víctima; se dé atención psicológica, física y apoyo socioeconómico; y se cuente con representación jurídica de calidad”.
Así mismo, “se desarrollen investigaciones exhaustivas y prontas; se tipifiquen correctamente los delitos derivados de estas violencias basadas en género, entre otros aspectos. No basta con denunciar si son impuestas desproporcionadas barreras como las que sufren tantas mujeres y niñas víctimas de violencias en Santander y en el país, culminando en revictimización y en muchos casos sosteniéndose un clima de tolerancia e impunidad”, concluyó.