Hace más de dos décadas, las mujeres campesinas de Lebrija decidieron tomarse el ‘toro por los cuernos’, desafiando el poder masculino y creando un espacio para la juntanza y el saber femenino.
Desde entonces, se reúnen mensualmente y cuando el deber las llama, para apoyar los proyectos de las otras y hacer crecer el campo desde sus manos de mujeres. Ammucale es su vocablo, que significa Asociación Municipal de Mujeres Campesinas de Lebrija.
Más que un colectivo, se han convertido en una familia con la que contar. “Cuando nos reunimos hacemos un compartir, llevamos algo a la mesa, cada una agrega algún alimento o entrega su aporte para comer y disfrutar en comunidad”, contó Libia Rodríguez, una de las mujeres que llegó al colectivo hace seis años.
Sus buenas acciones empezaron cuando una mujer líder las reunió para enmanciparlas. Tuvieron que dejar las ollas, los quehacer en casa, tan comunes y urgentes en el campo, e ir a reunirse para que el alimento nunca les faltase.
El intercambio de semillas
Estas mujeres campesinas luchan por la sostenibilidad alimentaria, es por esto que se han capacitado en sus cultivos y se han reunido para intercambiar las semillas. Con el único objetivo: que estos cultivos ancestrales y orgánicos se mantengan vigentes.
“Nosotras entregamos las semillas, pero esas semillas deben volver, una vez se recojan nuevamente”, señaló Isolina Niños, líder de la asociación y una de las primeras mujeres que se unió a este movimiento.
Este ejército de campesinas se ha fortalecido ayudándose unas a otras, a través de lo que han denominado ‘Mingas’.
“Una ‘Minga’ es poder unir esfuerzos por un bien común. Cuando una de nuestras mujeres requiere una ayuda para construir su huerta, las demás vamos como mano de obra y le colaboramos para que ese trabajo se concrete”, agregó Rodríguez.
Con tanto esfuerzo, este matriarcado ha logrado que cada una de sus integrantes pueda tener su emprendimiento ya sea en plantas aromáticas, medicinales, en bolsas ecoamigables, en bebidas frutales y hasta en tequila hecha a base de Piña.
El cuidado del agua
Como si fuera poco, estas mujeres se han convertido en guardianas de las fuentes hídricas del municipio.
“Al avanzar los cultivos de la piña se deforestaron los sitios cercanos a los ríos y quebradas. Es por esto que nosotras hemos sembrado árboles en las cuencas de las quebradas, para que el agua no nos falte”, explicó Niño.
Así las cosas, estas mujeres siguen atrayendo a todas aquellas campesinas que quieran educarse y garantizarle a sus familias una seguridad alimentaria, en la que produzcan para su consumo y también puedan vender y emanciparse económicamente de sus ‘maridos’.
“Somos una familia, nos apoyamos entre todas, y nuestras puertas están abiertas a quien quiera ingresar”, aclaró Rodríguez.