En un humilde taller de costura, ubicado en la parte más alta de Asentamiento Humano de Nueva Colombia, Piedecuesta, Joel García Ibañez fabrica forros de tela para motos en tiempo record.
“Si usted me mira y echa ‘ojo’, verá que son sólo 10 minutos los que me toma hacer uno. A mí me rinde desde que aprendí a usar la máquina de coser” explicó García, de 67 años.
Así como las confecciones es el oficio que combinan múltiples pliegues, cortes y puntadas, la vida del costurero se ha basado de distinto que haceres en su vida.
Siendo el mayor de 8 hermanos, afrontó la despedida definitiva con su mamá a penas a los seis años y desde entonces “desde pequeñito tuve que trabajar en lo que sea, tirando pica, machete y de joven manejé volqueta”.
Aunque nació en Aguachica, Cesar, gran parte de su infancia se desarrolló en San Alberto y posteriormente se desplazó a donde su papá los ‘cargaba’. En medio de esos trotes dieron a parar en una humilde finca en El Barro, más allá San Alberto, dicho lugar le sirvió a Joel y sus hermanos para aprender a ordeñar vacas.
En ‘la hija del sol’
De los 12 años de experiencia que tiene Joel con las confecciones, los primeros cinco los vivió en Barrancabermeja, lugar en donde también se enamoró.
En ‘la hija del sol’ fue donde nació la idea de usar espuma, tela ‘cambri’ y malla deportiva para proteger los asientos de las motos del picante sol y las altas temperaturas. De hecho, en medio de su labor, conoce a una colega que le ‘robó’ el aliento a la primera costura, Lilia Aguilar
Como cuando el hilo se adhiere a la tela mediante una aguja, la pareja unió sus vidas para sacar adelante un taller de costura en tierras barramejas. No obstante, la dicha no duró mucho debido a que el médico de Lilia le advirtió que necesitaba vivir en un lugar con clima más templado.
La pareja que apenas tenía una vieja máquina de coser y un montón de retazos de tela, emprendió la búsqueda de un nuevo hogar lejos del calor.
La casa ‘de altura’
Las empinadas montañas de Nueva Colombia se convirtieron en el tranquilo hogar de Lilia y su esposo, quienes pasaron de tener una máquina a contar con siete gracias a las intensas jornadas de trabajo.
Aunque, para ellos es la casa ‘soñada’ lo cierto es que para llegar hay que subir dos kilómetros de un tramo mixto: a veces con placa huella y otras veces totalmente destapado. El asentamiento de 26 años de historia, es una zona que existe y se mantiene segura únicamente por el esfuerzo de los propios habitantes, de no ser por ellos, diversas tragedias habrían ocurrido.
También, gracias a García y Aguilar, las motos de la mayoría de campesinos están protegidas de los rayos del sol y dan fe de la calidad del trabajo del veterano costurero, incluso algunos le consiguen unos que otro retazo de tela colorido obsequiárselo.
No importa si es domingo, ambos costureros están sentados en sus respectivas máquinas produciendo los forros para asientos o pijamas para dama. Cuando cuentan con suficiente surtido, el ‘sastre de las motos’ el baúl de su vehículo de cilindraje 100 y arranca a entregar la mercancía por encargo. Viajes de cuatro horas en carretera y trocha hasta San Pablo, Bolívar.
Con el dinero en la mano o a veces con un buen manojo de pescado, Joel Gracía retorna feliz a su hogar porque ahí es donde tiene todo lo que más le importa, sus máquinas, los forros hechos por él y el amor de su esposa.
Si desea encargar su propio forro, puede comunicarse con Joel al 3217065993 o también puede llamar al 3223264808.