La zona verde que abarca tanto a la parte alta como a la parte baja cuenta con vistas envidiables, pero de acceso libre.
Ya son más de 30 años desde que la finca ‘El Cristal’ se convirtió en terreno ‘prometido’ para más de 500 personas que invirtieron en la compra de las 33 hectáreas que eran propiedad de la exministra de comunicaciones, Martha Elena Pinto de Hart.
Las calles empinadas fue el primer reto que los habitantes se encontraron al comenzar la época de construcción en 1990, cada familia era dueña de su propio ‘pedazo’ y los cimientos de las casas fueron levantados por las propias manos de padres, madres e hijos.
A diferencia de su ‘hermano siamés’, Cristal Bajo, la extensión de la zona es recogida y cuenta con pocas cuadras.
De la calle 120 a la 125 se extienden poco más de tres carreras. Por lo que al revisar su mapa, se puede observar que el barrio tiene forma de una S. La cual desciende poco a poco hasta encontrarse las siguientes etapas del ‘Cristal más brillante de la bonita’.
El territorio fue legalizado en el transcurso del 2000 y desde entonces cada uno de los residentes recibieron aquello que tanto les hacía falta: las escrituras oficiales de sus predios.
Contando con todos los servicios, estratificación y nomenclaturas, el cristal comenzó a atraer cada vez más residentes. Es por eso que la administración municipal dio ‘luz verde’ para la construcción de 80 viviendas a mediados de inicio de milenio.
Una segunda ‘juventud’
A finales de 2017, el alcalde de Bucaramanga en ese entonces, Rodolfo Hernández Suárez, anunció que 1.500 predios más iban a ser legalizados en ambos cristales.
Según la administración, en los dos barrios ya se adelantaron obras de infraestructura cuya inversión ascendió a los 2 mil trescientos millones de pesos.
Casi 400 millones de pesos provinieron del Acueducto Metropolitano de Bucaramanga para la construcción de un parque infantil y un polideportivo en el corazón del sector.
Con escenarios deportivos y la pavimentación de sus empinadas bajadas, la vida ahí “transcurre entre la tranquilidad de sus calles y la alegría de su comunidad” así lo relata Perdo Antonio Acuña Trujillo, presidente de la Junta de Acción Comunal.
Sus habitantes, conocidos por su calidez y hospitalidad, mantienen vivas las tradiciones locales como lo son pintar y decorar las calles en navidad o ir hasta el ´peñasco’ más alto de la zona para elevar cometas en agosto.
¿Y por dónde crece?
A pesar de su encanto y años de progreso, el barrio no está exento de desafíos. El crecimiento urbano acelerado y el mantenimiento de su infraestructura por parte de las más recientes administraciones, han planteado dificultades para garantizar el bienestar de sus residentes.
Según lo reportan sus habitantes, los muros de contención de la parte baja está que no da más de sí y la quebrada Aguablanca amenaza con comenzar a devorar los cimientos del terreno cada que el cause aumenta.
Aunque no haya terreno físico donde crecer, sí hay un gran margen de aprendizaje para los emprendedores del lugar. Ya que instituciones como el Sena abren cursos de todo lo que se pueda imaginar y ya en más de una ocasión, el salón comunal se ha llenado de bisutería, muñequería y hasta de jabones hechos por los aplicados estudiantes.
También, los más pequeños del barrio han recibido la visita de Bomberos de Bucaramanga y grupos de la Policía Nacional con el fin de enseñarles buenas prácticas.