Cada día, cuando los estudiantes salen del colegio y en los locales comerciales llega la hora del almuerzo, las órdenes de alas, pollo frito y mollejas llegan de ‘totazo’ a la caja.
Algunas personas explican que la populariad del negocio se debe al gran letrero amarillo en el que se lee ‘Don Alón’, otras argumentan que los precios junto a las promoeciones favorecen al bolsillo.
Pero, sin duda, el factor determinante es el gigantesco carisma de su administrador Juan Carlos Torres Carvajal, más conocido como el propio ‘Don Alón’.
Eso sí, el colorido y espacioso local no fue donde nació el emprendimiento que lleva ocho años conquistando los estómagos corazones de los piedecuestanos.
La caseta
En 2016, los pedidos de alas salían como pan caliente de una humilde caseta en el barrio Puerto Madero. Juan había decidido que iba a trabajar incansablemente por sus propios ingresos.
Esta meta nació cuando regresó de Cúcuta. En la ‘capital fronteriza’ adquirió experiencia de sobra en tres restaurantes distintos,en cada uno aprendió una de las lecciones más importantes: probar sabores y buscar la variedad en ellos.
Tras dos años de insistencia de su clientela, Torres se animó a soñar con el local propio. Él relata que diversos amigos le comentaban “mano, usted debería tener un lugar en el que uno pueda invitar a la novia a comer bueno”.
“El que descansa pierde”
Cuando llegó repentinamente la pandemia del COVID-19, la entrega de domicilios se volvió en el principal medio para dar a conocer la amplia variedad de sabores creados por Torres.
Junto a su esposa, Laura Juliana Roa, elaboraba, empacaban y despachaban pedidos todos los días.
No obstante, fue sólo hasta el 5 de agosto de 2023 que Juan Carlos se convirtió en el ‘Don Alón de Campoverde’. Aunque él no haya estudiado algo similar a gestión de negocios o administración de empresas, desde adolescente se había acostumbrado a trabajar para aportar dinero en el hogar.
Justamente el mismo trabajo duro que le aprendió a sus padres, hizo que se hiciera con una gran cocina, suficientes sillas y mesas junto con un menú variado que consta de más de ocho preparaciones diferentes.
Ya cerca de cumplir el año en el sector, la orden sigue siendo clara: todos los días se trabaja de 11:00 de la mañana a 11:00 de la noche.
Hay pasión ‘leoparda’
De lunes a lunes, el local goza de una promoción de 2×1 en el que la orden de alitas se duplica. Por ejemplo, si pide una orden de seis, le llegan 12 y así sucesivamente hasta las 60 presas de buen tamaño que llegan a valer 200 mil pesos.
A pesar de lo apetitoso que suena, hay un gesto que no tiene valor alguno en el local y este es el servicio de compra de boleta en el local.
Juan Carlos es un hincha fiel del Atlético Bucaramanga y revela que: “en gran cantidad de ocasiones, los clientes me piden el favor de que les indique cómo comprar sus boletas y yo les ayudo”.
El comerciante está abonado y no se pierde ningún partido de local desde que entró por primera vez al Alfonso López a los 5 años.
El amor por el equipo lo compartió con su difunto hermano Darío Torres, miembro fundador de ‘La peste piedecuestana’ parte de ‘La Fortaleza Leoparda Sur’.
Para mantener el espíritu de aguante de su hermano, cada que juega el cuadro ‘búcaro’ el local se viste de bombas amarillas y verdes e incluso se proyecta el partido con el fin de que sus clientes puedan vivir dos pasiones juntas: el fútbol y la buena comida.
Con años por delante y ganas de seguir generando empleo, el administrador del restaurante sueña con llevar el dulce y picante sabor de los ‘alónes’ por toda el área metropolitana.
