La finca ‘El Cristal’ fue el terreno en el que nacieron las seis etapas de un barrio que ahora tiene parte alta y baja. Pero ambos hacen parte de la misma historia.
Las 33 hectáreas que eran propiedad de la exministra de comunicaciones, Martha Elena Pinto de De Hart, sirvieron como el lienzo para pintar y delimitar cuántas viviendas podrían construirse.
“Hubo una gran oportunidad de comprar el terreno y bajo el liderazgo de la señora Martha Inés Parra, empezamos a buscar fondos para realizar el pago donativo del predio” recuerda la miembro fundadora, Adriana Noriega.
Así fue como a mediados de 1991 y 1992 comenzaron los más de 500 socios a delimitar los terrenos que se convertirían en sus hogares. Número a número se iban sorteando los lotes y a punta de rifas, bazares y conciertos, se iban consiguiendo el dinero para que el conjunto de viviendas tuviera fondos para embellecer las innumerables manzanas.
Las alcaldías pasaban y la atención a la comunidad se quedaba en la delimitación del Cristal Alto, mientras que las vías de acceso eran sólo una fantasía para quienes vivían en los sectores del tres al seis.
Hasta que instituciones municipales como la Empresa Pública de Alcantarillado de Santander o la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga se manifestaron con la construcción de gaviones y muros de contención para evitar cualquier socavamiento provocado por la quebrada Cuellar.
“¡Yo no bajo allá!”
El mayor riesgo en Cristal Bajo es que le roben una sonrisa o que algunos terrenos se deslicen debido a la falta de gaviones en algunas etapas de la parte baja.
“Desafortunadamente se han vivido ciertos episodios violentos que han hecho que se piense erróneamente del barrio. Pero ahora es un lugar tranquilo y en el que puede caminar sin peligro alguno” comenta el presidente de la Junta de Acción Comunal, Edwing Javier Rivero.
Aún así, es común que desde el gremio amarillo haya cierto recelo por la subida de las empinadas calles que conducen hacia el ‘cristal más brillante de Provenza’.
El cielo se cae a veces
Los habitantes de la zona suelen ser testigos de los desprendimientos de las ramas de caracoles con más de 10 metros de altura. Ramas que han hecho cambiar cinco tejas a la comerciante, Mariela Díaz.
Además de ella, autos y hasta un bus alimentador Metrolínea han sentido la fuerza de la gravedad materializada en forma de rama.
El peligro de esta situación ha sido motivo de un llamado con urgencia a la Cdmb, sin embargo, la poda de los longevos árboles sigue en veremos.
Además, sus raíces han penetrado por debajo del pavimento y poco a poco este se ha visto levantado, creando sobresaltos incómodos de transitar.
Se vive como en el campo
No se sabe si es porque hay dos pulmones naturales que abrazan el área o si es su ubicación retirada del ruido ocasionado por la congestión de la 105, lo que hace que sus residentes piensen que vivir dentro de este cristal sea semejante a la plenitud del campo.
Luis Alberto García lo corrobora afirmando que:”al vivir aquí uno tiene todo cerca, el ambiente es fresco y caminar es agradable”. Ya disfrutando de una buena pensión se reúne con sus vecinos en las bancas del Parque Contemplativo.
Hay de todo
En todas las etapas se le tiene de todo: servicios públicos, educación, sistema de alcantarillado, vías por pavimentar, puestos de salud y viviendas con reglamentación de seguridad básica. Aún así el bien más preciado que tienen es la unidad y coordinación para hacer posible los proyectos de la comunidad.
No por nada han sido acreedores de dos estímulos de mejoramiento de espacios públicos. Ahora sus más de cinco mil habitantes quieren seguir puliendo el cristal escondido en las montañas, ubicado a seis minutos, aproximadamente en carro, desde Provenza.
