Por: Milton Velosa
Edna Geraldine Barajas, una joven de 27 años de Bucaramanga, salió de su casa el pasado 2 de febrero tras aceptar la invitación de un amigo. Era miércoles. Él le propuso que fueran en su motocicleta al mirador ubicado en la vía entre el peaje de Lebrija y el Aeropuerto Palonegro.
Tras haber compartido, antes de la media noche emprendieron el recorrido de regreso hacia Bucaramanga, en una moto de alta potencia de marca KTM. Cerca a la Puerta de Girón, sobre las 11:55 p.m., su amigo perdió el control de su vehículo. Él salió disparado y se estrelló contra el pavimento. Falleció de manera inmediata.
Geraldine también se golpeó fuertemente contra el asfalto, pero continuó respirando. Fue trasladada en ambulancia hasta el Hospital de Girón, pero por la gravedad de sus heridas fue remitida, 20 minutos después, hacia la Clínica Foscal de Floridablanca. Los médicos le diagnosticaron trauma craneoencefálico severo escala 7 (de alta gravedad), trauma cerrado de tórax y fractura de brazo derecho. Requirió ser intubada.
La joven estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte durante cerca de 13 días en una UCI. Los galenos no le daban esperanzas de recuperación y hasta afirmaron que “sería un milagro si algún día pudiera llegar a bañarse o cambiarse por sí misma”. Sin embargo, una serie de sucesos calificados como “milagrosos” comenzaron a ocurrir en la vida de Geraldine.
Katherine Villabona, quien distinguía a la joven, afirma que “cuando la vi en cama sentí que Dios me puso en el corazón que debía acompañarla, ayudarla a recuperarse. Con un grupo de amigas comenzamos a hacer turnos para cuidarla y así permitir que su padre, don Isidoro, pudiera descansar en el día, para quedarse con ella en la noche”.
22 días después de la tragedia, el 24 de febrero, Geraldine salió victoriosa de su primera batalla. Le dieron de alta de la Foscal y pudo regresar a su casa. Aunque con movilidad reducida, salió de su estado crítico y arrancó un arduo proceso de terapias para que volviera a caminar, comer, leer, escribir, comunicarse y hasta para hacer sus necesidades.
Durante los 15 días siguientes a su regreso, la joven comenzó a registrar episodios de falta de aire al realizar actividad física. Según narró Katherine Villabona, “el 7 de marzo tuvo una crisis terrible, no podía respirar y pedía ayuda constante. La terapista le tomó la saturación y advirtió que estaba a punto de un paro cardiorespiratorio. La trasladamos a la clínica y allí le practicaron un TAC de tórax y la medicaron”.
“Cuando estaban a punto de enviarla a casa yo le sentía un sonido raro al respirar. Le dije a la doctora y le detectaron una estenosis glótica debido a la intubación, lo que hizo que su tráquea se fuera cerrando y no permitía el paso del aire. El 8 de marzo, a las 3:05 p.m., ante la imposibilidad de intubarla, ella cayó en un cuadro de hipoxia por varios segundos”, aseguró su amiga Katherine.
Los médicos tuvieron que practicarle una traqueotomía de urgencia, pero se mostraron temerosos porque la ausencia de oxígeno le podría haber generado algún tipo de lesión en su cerebro. Se le adelantaron varios chequeos y contra todo pronóstico, su cerebro y órganos vitales estaban intactos. Nuevamente salió victoriosa ante la muerte.
Por permanecer por tanto tiempo en la clínica sufrió el ataque de cuatro bacterias que le podían afectar el riñón, pulmones y el hígado. Estas fueron combatidas por varias semanas con antibióticos y luego de más de un mes de lucha, Geraldine por tercera vez salió avante.
Sus ‘ángeles guardianes’, amigos, padres e hijos, cual escuderos, se unieron a las batallas de la joven y lograron que las terapias físicas de recuperación no pararan aún en hospitalización, la oración de su progenitora y la fe hicieron, según ellos mismos, “que todos los exámenes salieran a favor de Geraldine”.
Desde que regresó a casa, la mujer ha mostrado grandes avances, aprendió nuevamente a comer, camina sola, aunque con un poco de dificultad, se levanta muy temprano cada día, se baña sola, sale junto a su cuidadora a caminar a la cancha del barrio La Joya, desayuna, va a terapias respiratorias, regresa a casa a recibir terapia física, descansa, almuerza y en la tarde desarrolla actividades de caligrafía, análisis de textos y operaciones matemáticas, que le ayudan a recuperar su actividad de memoria y finaliza el día con nuevas terapias físicas, de fonoaudiología y terapia ocupacional.
Todo este esfuerzo, aunque ha dado sus frutos, desde el tema económico ha sido complicado para la familia que ha gastado sus ahorros, hecho rifas, vendido lechonas y también ha recibido el apoyo de los buenos corazones para seguir en pie de lucha.
Si usted quiere sumarse puede hacerlo con donaciones, a través del número Nequi 3148679910 o a la cuenta de ahorros de Bancolombia 29100000362.
El reto que viene para esta guerrera es el del retiro de su traqueotomía donde, tras la cirugía, deberá mantener su cabeza inmóvil por varios meses esperando que su tráquea sane, recupere su función y no se desprenda porque se pondría en grave riesgo su existencia. Pese al difícil panorama que le espera, Geraldine, aún sin voz, quiere recuperarla, caminar de manera fluida, estudiar Administración de Empresas, salir a jugar con sus hijos de 10 y dos años.
El próximo 21 de noviembre, Geraldine Barajas cumplirá 28 años pero para ella el primero de su renacer, uno que puso a prueba el amor de la familia, la fuerza de la amistad y hasta la lealtad de quienes prometieron siempre estar a su lado. Asegura que su regalo más grande es la oportunidad de vida y el recibir el direccionamiento de Dios acerca de su nueva misión en la Tierra.