Por Daniela Puentes
Sergio Velandia no entiende porqué 30 días después de que se supiera algo por última vez sobre su mamá, las autoridades no hayan encontrado nuevos indicios acerca de su paradero.
El joven, que continúa a la espera de algún avance en la investigación, habló con Vanguardia sobre los días previos a la desaparición de su mamá, sobre las labores de búsqueda y las preguntas para las que todavía no tiene respuesta.
“Fue algo que no pudimos prever. Ella no salía sola ni a la tienda. Para nadie era predecible que se fuera y más que se desapareciera. Yo la visitaba todos los días y los fines de semana salíamos a misa. Seguimos sin saber qué pasó”, cuenta.
El recuerdo de su mamá
Rosalba vivía en una casa familiar en el barrio La Candelaria de Piedecuesta. Ese predio es de ella y sus hermanos, producto de una herencia.
Cuenta Sergio que en ese hogar emprendió un pequeño negocio de venta de ropa, principalmente por catálogo.
Recuerda también a su mamá como alguien muy responsable. No dejaba vencer los recibos de pago de los servicios públicos y siempre estaba muy pendiente y preocupada por todos.
“Era hasta obsesiva con las cosas, con los detalles. El local la mantenía ocupada. Pero con el preaviso de la multa al local, se asustó y eso también ayudó a la depresión. Eso fue hace más de un año”, indica el hijo.
La depresión de la que habla su hijo está diagnosticada por un centro psiquiátrico al que Sergio la llevó, preocupado por su salud y los cambios de ánimo, al parecer por problemas interpersonales, la pandemia y el tema del local.
“Como ella no quería salir de la casa, para convencerla de que fuéramos a la clínica fue difícil. Al final accedió, le diagnosticaron depresión y empezó el tratamiento”, cuenta.
Durante este año y medio la familia no notó nada inusual, además de una leve mejoría en la actitud de Rosalba. Por eso, lo que sucedió después del 14 de julio los tiene aún sorprendidos.
No volvió a contestar
El hijo menor de Rosalba recordó que el jueves 14 de julio fue la última vez que vio y habló con su mamá. Como iba todos los días, y la mujer no tenía un celular al que pudieran instalarle aplicaciones de mensajería, hablaban de frente o por llamadas.
Ese jueves, cuenta Sergio, después de compartir una pizza con su mamá le dijo que no iba a ir el viernes ni el sábado. Ella no puso problema ni se mostró molesta.
“Llegó el domingo, la llamo pero no contestó. Preguntó a toda la familia que si la habían visitado, que si la habían visto, que sí hablaron con ella. Nada. Yo guardaba la esperanza de que en alguna llamada me dijeran “ella está conmigo”. Mi hermano tampoco sabía nada”, recuerda Velandia.
Con el pasar de las horas, la incertidumbre crecía. Por eso los hermanos decidieron preguntarles a los vecinos si habían visto algo extraño. Como no obtuvieron respuesta, comenzaron a ampliar las zonas a visitar.
La búsqueda
“Me fui con mi hermano cuadra por cuadra, en la moto, buscando. Luego pasamos a barrios cercanos. En grupos de Facebook se publicó la foto y nos la pasábamos revisando comentarios. “La vi en tal lado”, “acaba de pasar por Paseo del Puente”. Leíamos eso y salíamos corriendo a la zona que nos decían. Pero nada. Al otro día, el lunes, me llegó un mensaje. Me dicen que la vieron en una camioneta en Pescadero”, indica Sergio.
Como los mensajes sobre una mujer con características similares a Rosalba, que había sido vista en Pescadero, aumentaban con las horas, los hermanos Velandia decidieron emprender camino hasta la zona.
“Ese mismo lunes nos fuimos para allá. Y nos dimos cuenta que efectivamente pasó por Pescadero, con la descripción que de ella hacían las personas que se la pasan por ese lugar. Ese día nosotros revisamos el río y la vía, nada”.
Sergio indica que el martes decidieron hacer nuevamente la ruta a Pescadero, pero seguir camino, de pueblo en pueblo, hasta Oiba.
Como el viaje pareció ser en vano, el miércoles decidieron volver y parar en Pescadero. Allá comenzaron a mirar las cámaras de seguridad. Para ese momento el calendario ya marcaba 20 de julio. Rosalba llevaba desaparecida, por lo menos, cuatro días.
“Revisamos las cámaras y sí era mi mamá. Hasta el Peaje de Pescadero, 800 metros adelante, hay rastro de ella. Iba sola, sin bolso, caminando a paso lento. Fue vista por última vez el 17 de julio a las 3:19 de la tarde, que pasa el peaje. El mismo miércoles aviso a Fiscalía lo que encontré, le paso lo videos, les digo “su rastro llevaba perdido desde apenas 36 horas”, todavía se podía hacer algo. Pero no pasó nada”, cuenta.
La desesperación
Al preguntarle si su mamá aparece en las imágenes de las cámaras de seguridad del siguiente peaje, en Curití, Sergio pierde la compostura. No ha sido posible ver las cámaras, cuenta. “Ni la Sijín, ni la Fiscalía nos han ayudado a conseguir ese material. Es frustrante, la Policía nos ha dejado solos. Una mujer de 56 años desaparece y las autoridades no se preocupan”.
En medio de la búsqueda, cuenta Velandia, han recibido ayuda de los Policías de algunos municipios como Curití o Jordán, y de miembros de la Defensa Civil, pero no la suficiente como para acompañarlos a visitar las veredas y preguntar por Rosalba.
Sergio asegura que a las autoridades su familia no les importa. A esa conclusión llegó después de este mes sin saber de su mamá. Dice también haber recibido llamadas extorsivas y a ellos les responde lo mismo que tiene por decirles a quienes dudan de su versión.
“Nosotros no tenemos dinero. Ella no tiene seguro de vida. Cuando llaman a decir ‘tenemos a su mamá pero denos plata’, yo sé que es falso. Y quizá porque no tenemos es que no nos han ayudado, porque no somos famosos o políticos o mi mamá no es la esposa de un General”, enfatiza el joven.