Las manos de Francisco Vargas han mantenido vigente la ilusión de familias por ver volar su propia cometa.
La tradición de subir hasta un cerro o un terreno amplio, en búsqueda de una corriente de aire, se reaviva todos los agosto. Las calles y principales vías se empiezan a vestir de colorines. Cometas de todos los tonos, formas, motivos, se mecen en el aire, esperando que un niño enamorado decida comprarlas.
Sin embargo, la ilusión por tener una cometa propia, artesanal y sacada directamente desde la imaginación le gana a la del estampado de una película animada.
Este sentimiento de ver volar una cometa auténtica es el éxito de la fábrica de Vargas durante 25 años. “Todo empezó por el capricho de hacer una cometa para mis hijos. Me puse a estudiar cómo hacerla, y me salió bien”, contó Francisco.
Así empezó su empresa, que más que un negocio, él califica como ‘pasión’. Sus primeras creaciones sirvieron como ‘anzuelo’ para atraer a vecinos y amigos. “Allegados empezaron a encargarme más cometas, y así creció la fábrica. Después me di cuenta que los pedidos eran muchos y mi casa se convirtió en un taller”, agregó el artesano.
De acuerdo con Vargas, sus vecinos dejaron de comprar cometas de otros lados, porque las de él eran únicas y “perfectas”, asegura.
La primera cometa
Este santandereano recuerda que la primera cometa que fabricó fue una hexagonal, unicolor.
“La tradicional, que aún se vende y que sigue siendo económica y muy comprada”, agregó.
Sin embargo, este hombre empezó a innovar con otro tipo de cometa: las ‘delta’. Este artefacto es mucho más grande y su material es más resistente: la tela.
Mientras que las usuales hexagonales llevan un plástico que recubre los ‘palitos’, estas requieren más trabajo. Por ejemplo, agregar alerones que le dan más estabilidad en el cielo, y sí se trata de un diseño único, la capacidad de plasmar el deseo del cliente en este ‘chulito’.
Toda una ‘máquina’
Aunque Francisco trabaja solo con sus manos, parece una máquina. Cuenta que al día logra hacer hasta 120 cometas sencillas.
Si se trata de las personalizadas, podría hacer seis en un día. “Me demoro más porque debo imprimir los diseños y hacerlo con más dedicación”, dice.
Por otro lado, este hombre, de 52 años, ha sido testigo de encargos extraños. “Hay personas que mandan a hacer cometas para pedirle matrimonio a su pareja. Entonces uno debe escribir ¿quieres ser mi esposa?, o el mensaje que el cliente quiera poner”, relató.
Asimismo, este fabricante argumentó que en otras partes del país como Antioquia y Cundinarmarca se realizan festivales de competencia de vuelos de cometa durante todo el año, por lo que la producción de este ‘juguete volador’ no se limita solo a agosto.
“En Santander sí se tiene la creencia de volar cometas solo en agosto, aunque ya más personas, poco a poco han cambiado esa mentalidad, y han empezado a practicar este arte en otro meses”, dijo.
El secreto de una buena cometa
Para este artesano, el componente indispensable es el amor a la creación de una cometa. Por otro lado, señaló que la geometría es muy importante para la creación de este objeto volador.
“La forma en la que están distribuidos los palitos no es al azar. Esto tiene unas medidas específicas para que quede equilibrada y vuele de la mejor manera”, contó.
Así que si está interesado en tener una cometa, de buena calidad, y personalizada, contacte a Francisco Vargas al 320 3523109, o en su casa taller, ubicado en Piedecuesta, en la carrera 19 No. 7-63, en el barrio Colina Campestre. Puede conseguirlas desde 2.500 pesos.