Como lustrabotas, boleros o simplemente limpiador se definen los más de 18 embellecedores de calzado que trabajan a diario en el parque Santander.
Son los aliados del cuero, el tacón y el buen betún, para cientos de bumangueses que buscan darles brillo a su botines y un ‘toque de elegancia’ a su andar.
Uno de ellos es Venancio Prada Suárez, un santandereano echao pa’ lante, quien lleva 30 años trabajando allí.
Llegó de Molagavita, hace ya 40 años, comenzó con otro oficio, pero como dice él: “por las ironías de la vida, y de rebote, estoy sentado lustrando”.
“Yo era panadero. Me dedicada a la pastelería. Trabajé en La Mejor, Vitapan, El Dorado, La Tolima, en varias, pero en los años 90 llegué a cobrar un dinero al banco de la esquina. Me pasé por este mismo parque donde conocía a un amigo y me ofreció el puesto como bolero. La verdad un ‘camello’ que no conocía, pero me convenció y le hice; me animé y desde ese entonces estoy entre el betún y el calzado”, comenta Prada Suárez, quien hoy reside en el barrio Asocuflor de Floridablanca.
Poco a poco fue convenciéndose que este oficio era muy bueno, rentable y que se la pasaba de la mejor manera como independiente.
“Aquí todos los días hay trabajito, gracias a Dios. Esta profesión la llevo en muy adentro. Lo que hago me gusta y trabajo de corazón. Hay sacrificios, sí, pero lo más importante es que el cliente quede satisfecho”, comenta Venancio.
Llega a las 7:00 a. m., todos los días; trabaja sus ocho horas y luego se va para la casa.
“Los 20 que estamos sentados en el parque hacemos lo del diario. A veces llegan entre 15 y 20 clientes, para cada uno y con eso pasamos el día. La tarifa más económica son $3 mil pesitos”.
“Yo además soy zapatero remendón y hago trabajos aparte de lustrar, que me quedan para la semana y con eso me ayudo en mi economía”, dice Prada, quien para muchos clientes es el Leonel Álvarez de Bucaramanga.
10 minutos, nada más
Desde que el cliente se sienta el tiempo corre. Así comienza el calzado a lustrarse.
Con una lanilla se le da limpieza al zapato. Luego se desmancha y se le aplica el betún; se esparce por toda la superficie y se procede a fregar con el cepillo. Se limpia con un trapo y luego entre muchos movimientos de agilidad se frota para que el calzado tome el brillo y quede listo y resplandeciente.
“Tengo siete colores de betún, pegantes, pinturas y cepillos. Todos lo consigo en las peleterías y así con este oficio, vivo bien, bacano”, concluye.