“En este momento estoy enfocada en ser feliz, estudiar y ayudar a mi mamá, por cierto, ella es el motivo de mis sueños. Este año me graduaré, hay momentos en los que me asusta crecer, siento que no estoy preparada para enfrentar este mundo sola… Eso se lo dejaremos al destino”… Esto era solo parte de un proyecto de vida que una niña de tan solo 16 años escribió con su puño y letra hace menos de 15 días.
Ella es la misma jovencita que el pasado martes fue violada, asesinada y lanzada a un río en zona rural de Cáchira, Norte de Santander.
Se levantó temprano y emprendió camino hacia su colegio. Debía transitar cerca de 40 minutos para llegar a la carretera y tomar un bus, pero en ese trayecto ocurrió la tragedia.
La niña sintió el peligro, tomó su celular y le envió a un amigo una foto con el mensaje, “siento que me están persiguiendo”.
De inmediato, autoridades, familiares y comunidad iniciaron la búsqueda. Hallaron primero al abusador quien al verse acorralado confesó su macabro crimen. Tras abusar y matar a la niña, la lanzó al río Cáchira.
Por varias horas se extendieron las labores de búsqueda de la menor hasta que la comunidad halló el cuerpo, atrapado entre piedras en el río.
Vinieron la rabia, la impotencia, el dolor… Una madre, un padre, unos hermanos, una familia, un pueblo llorando a su niña.
Mientras tanto, frente a la estación de Policía del Corregimiento de La Vega, una turba enfurecida buscaba hacer justicia por mano propia.
Los uniformados sacaron de allí al capturado, pero en el camino, el vehículo en el que lo trasportaban fue detenido. Varias personas bajaron al detenido y lo lincharon. Murió en la orilla de la carretera.
Las autoridades repudiaron este macabro crimen. Los cuerpos fueron trasladados a Medicina Legal de Bucaramanga. Cáchira está de luto, con velas blancas, repudiaron este crimen. La noche de este miércoles se realiza una caminata pidiendo que no se vuelvan a repetir estos crímenes.
