La presencia de venezolanos en el país y, por supuesto en Pereira y sus alrededores, genera sentimientos encontrados en la comunidad. Hay personas que parecen entender su situación, pero en otras comunidades solo generan rechazo y odio. Titulares como “El 16% de los indigentes en Colombia son venezolanos”, “Personería de Pereira alerta por explotación sexual a menores migrantes”, “Venezolanos ejercen mendicidad en Pereira”, “Venezolanos involucrados en robos”, se reportan continuamente en esta capital y llevan a que algunos risaraldenses tengan comportamientos cargados de xenofobia.
A pesar de estas situaciones, que opacan las relaciones entre pereiranos y venezolanos, hay otros ciudadanos que muestran la idiosincrasia risaraldense basada en la ayuda, empatía y resiliencia por el otro. Por lo que también se pueden leer titulares, como: “Campaña para donar cena a familias venezolanas”, “Colegios deberán garantizar cupo para migrantes”, “Venezolanos recibieron protección humanitaria”. Toda esta situación demuestra que, a pesar de que se han registrado malos momentos y situaciones difíciles, también la comunidad venezolana ha recibido ayuda.
La frase “los buenos son más” no es mentira. Lo demuestra José Luis Antonio Gavazut, un hombre de 54 años nacido en Caracas (Venezuela), quien, por la situación que vive su país, tomó la decisión, como muchos de sus coterráneos, de migrar a otra nación. Llegó hace cuatro años a Colombia. Profesor de matemáticas, ha vivido adversidades, pero lo que no esperaba es que su historia fuera replicada por una fotografía suya en los semáforos de Pereira, donde pedía ayuda para conseguir trabajo. Se volvió viral en redes sociales y así mucha gente, para fortuna suya, lo pudo contactar.
“En Venezuela estudié matemáticas puras y me dediqué al ejercicio de la docencia por casi 20 años. Luego sufrí un accidente automovilístico, razón por la cual me colocaron una prótesis. Por la situación en mi país, me tocó migrar, más de la mitad de los profesionales salieron. La carga laboral es, mínimo de ocho horas diarias, pero hay que sumar las horas de corregir tareas, las evaluaciones. ¿En qué tiempo una persona puede salir a rebuscarse para redondear el sueldo?, esto sin contar que solo nos pagaban dos dólares mensuales, así no se sostiene nadie”, contó José a El Diario.
Ante tanta dificultad, buscando oportunidad para su familia, José llegó a Colombia a tratar de sostenerse y mandar algo a su país: “Llegué en 2018 a Pereira. Jamás pensé que fuera a volver a ejercer la docencia. Comencé vendiendo comida rápida en el parque de Cuba. Durante un año vendí productos deliciosos, papas rellenas, empanadas, chicharrón, así me defendía. Con la llegada de la pandemia, las autoridades hablaron con los vendedores y nos hicieron desalojar. Entendible, por las condiciones sanitarias. Eso nos llevó a quedar en el aire, sin saber qué hacer o cómo sostenerme. Pero un amigo que conocí me tendió la mano, me ayudó para tener techo, no me dejó solo. Ahora venía el rebusque para lograr la comidita”.
A clases con el profe José
Su amigo le preguntó cuál era su fuerte, su profesión y respondió: “docente de matemáticas”. Entonces repartieron carteles por Pereira. Poco a poco fueron apareciendo madres a prestar ayuda. “Tengo que resaltar que las primeras personas que me llamaron fueron doña Teresa y doña Lorena. Gracias a ellas sobreviví. Son las mamás de unos alumnos míos. Así empecé a dictar clases. Cuando me di cuenta, ya tenía un grupo grandecito y pude ayudarles con sus labores. Todo marchaba bien, pero en enero de este año, la prótesis que manejo se rompió, se abrió, le hice una reparación, pero no es lo mismo y ahí fue el problema. La mayoría de los alumnos que había conseguido en Pereira, Dosquebradas, La Virginia, no podía visitarlos, no aguantaba las caminatas largas. El roce de la prótesis me molesta, pues ya no aguanto un remiendo más y me está afectando seriamente. Así que me quedé sin cómo continuar con la labor que ya venía desarrollando, lo que me daba para sostenerme”.
José, desesperado y sin saber qué hacer, nuevamente se inventó algo para su sustento. “Así me caiga mil veces vuelvo y me paro. Viendo que todo estaba complicado, hice una pancarta para conseguir estudiantes de manera virtual. Como no tenía cómo publicarlo, me fui para el semáforo, no a pedir, sino a dar a conocer que yo trabajo y necesitaba hacerlo. Alguien llegó, me tomó una foto, no me di cuenta cuando, pero fue a dar al Facebook y esto se volvió viral en tiempo récord. Me han llamado mucho y pues es muy satisfactorio que crean en mi labor, además porque lo hago con muchísimo gusto. Yo vine a este país a trabajar, a mejorar mi calidad de vida y la de mi familia”.
Lo increíble de esta historia es que muchos se han volcado a ayudarlo. Manifiestan que esos son los venezolanos bienvenidos y que es excelente ver a una comunidad trabajadora y echada para adelante. José dice que Pereira es un paraíso y que agradece a la vida llegar hasta aquí. “Todo ha sido una bendición, no creo que me vaya de aquí, sembré mi corazón en este territorio. Me encanta mostrar que somos gente buena, que nos gusta trabajar, conseguir lo nuestro, pero sin duda lo mejor es conocer ciudadanos con tanta amabilidad y cariño, esta ciudad se caracteriza precisamente por eso”. Como José, son muchos los venezolanos que han llegado al Eje Cafetero a apoyar el crecimiento y el desarrollo de la región.
Alexandra Moncada – El Diario Pereira