Velocidad, adrenalina e imprudencia, mezcla letal que cobró las vidas de tres jovencitos en las carreteras de Santander
Jean Carlos Rueda Mora, de 22 años, Tito Joel Merchán Carreño, de 28, y una adolescente de 16, de nacionalidad venezolana, perecieron en un fatídico accidente ocurrido la noche del jueves en la vía San Gil-Socorro.
Eran los últimos de la caravana
Testigos dijeron que los jóvenes estarían participando de los sonados piques, desafiando el tráfico de esa arteria nacional.
Luego de terminar una de esas carreras desenfrenadas, iban camino a otro reto desplazándose en sentido Socorro-San Gil.
Jean Carlos conducía una moto Pulsar de placa IES-07D llevando como parrillera a la menor. En otro velocípedo de placa SFO94F iba Tito Joel.
Harían parte de una caravana de alrededor de 20 motociclistas, pero se quedaron rezagados.
Cuando atravesaban por el sector de La Isla, en San Gil, uno de ellos habría invadido el carril contrario. Esa maniobra los condujo a la fatalidad.
Ambas máquinas se enredaron y chocaron de frente contra un bus que venía. De manera literal, el vehículo les pasó por encima.
A un costado cayeron exánimes Jean Carlos y la joven. Con el impacto sus corazones dejaron de latir al instante.
Tito Joel quedó agonizando debajo del vehículo. Solo respiró un par de minutos, porque cuando llegaron las ambulancias era demasiado tarde; no pudieron hacer nada por él.
El siniestro fue reportado hacia las 11:25 de la noche, cuando quedó paralizada la vía nacional mientras los funcionarios de criminalística de la Policía de Carreteras realizaban el levantamiento de los cuerpos así como el croquis del accidente.
“Pasé por ahí como a las 10:40, había varios motociclistas ingiriendo alcohol y haciendo piques en esa recta. No valoran la vida”, expresó un conductor.
San Gil conmocionado
Los jóvenes residían en la ‘Perla del Fonce’ y eran egresados del Colegio Guanentá. Jean Carlos trabajaba como ayudante de construcción y cobrador de un prestamista. Antes trabajó como domiciliario un buen tiempo. Lo recuerdan como un ‘camellador’, siempre se rebuscaba.
Tito se ganaba la vida como domiciliario, era un aficionado del Nacional y un padre enamorado de sus pequeños.
Familiares y allegados se encuentran desconsolados por los sueños que se quedaron truncados en una absurda tragedia.