Sofía Bastilla se derrumbó por el dolor más desgarrador que ninguna madre merece vivir. En medio de las oraciones que hacía en compañía de su familia por la salud de su hijo Maicol Andrés Guzmán, la llamaron del centro hospitalario para decirle que había fallecido.
Los cuatro balazos que recibió Maicol el pasado sábado cuando compartía unos tragos con su amigo Julián Arenas en el bar “Dubay de la 63” del barrio Boston, fueron letales; según denuncian familiares y allegados de Maicol, se pudo salvar si hubiese recibido la atención médica que requería.
“Fue negligencia porque a mi hijo lo enviaron a la casa ese mismo día.
“Luego empeoró y fue de nuevo al hospital. Me llamaron a decirme que le había dado un paro y luego que ya no había nada que hacer”, contó Sofía.
“No me deje morir”
Cuando lo atacaron Maicol suplicó:“¡No me deje morir!”; le pedía a su amigo Brayan Altahona en su agonía.
“Lo llevé a la a la Clínica San José y no lo quisieron atender, la Policía ni siquiera llamó una ambulancia.
“Nos tocó llevarlo en moto a otra clínica y allá no lo revisaron bien. Le cosieron las heridas y lo enviaron a la casa pero no se dieron cuenta que tenía perforado el hígado, le dio una bacteria y se le infectó”, contó Brayan.
‘Los tiros no eran pa’ él’
A Maicol y su amigo Julián los atacaron a traición, sin tener oportunidad de reaccionar o siquiera intentar refugiarse del tiroteo. Testigos indicaban que un ‘enemigo’ de uno de ellos pasó caminando cerca al bar y luego se devolvió en compañía de otro sujeto.
El ‘odio’ que motivó al tipo que disparó sería por asuntos pasionales, pero los seres queridos de Maicol aseguran que el ataque no iba dirigido hacia él. Acabaron con su existencia y sus sueños en un acto indiscriminado.
