Julián Esteban Guzmán era un aventurero le gustaba recorrer los destinos de Colombia a bordo de su motocicleta de la mano de Fary Montoya, su novia, quien no lo desamparaba. Residía en Medellín de donde es oriundo y hacía pocos días habían llegado a Santander a vivir nuevas experiencias: conocer su cultura y sus tradiciones, pero la fatalidad los sorprendió de frente.
Antes de llegar de San Gil, justo en el kilómetro 57+500, cerca al Cañón del Chicamocha, chocó contra un tractocamión que se movilizaba en sentido contrario y aunque trató de realizar maromas para esquivar ‘la muerte’, su esfuerzo fue en vano. Fue arrastrado por las llantas traseras del enorme vehículo y su vida se ‘apagó’ de manera inmediata. Su ‘nave’ de placa PJF-65E, quedó ahí retorcida.
Fary, al parecer, salió expulsada; habría sufrido algunas contusiones, pero fue atendida por una ambulancia y se recupera de manera satisfactoria; sin embargo, el dolor que invade su alma es sin duda más profundo que el de su piel.
El ‘amor’ con quien llevaba varios años de relación ‘se fue’ para siempre.
“Con peleas, risas, paseos a las minas, partidos de fútbol, fiestas en su casa, así lo recordaré parcero, con esa buena energía.
“Dios lo tenga en su santa gloria”, manifestó su amigo Andrés Felipe Navas, quien recordó como una persona alegre, social que le encantaba viajar en moto. “Era un gran ser humano”.
Julián Esteban era ingeniero mecánico de la Universidad de Antioquia.
Su cuerpo permanecía en el Instituto de Medicina Legal a la espera de que sus seres queridos lo reclamen para llevarlo a su ciudad natal y darle cristiana sepultura.
