Existen oficios que se niegan a desaparecer, que datan de tiempos inmemoriales y que compiten de forma desigual con la tecnología. En este caso, se habla de un hombre que encontró en la sastrería su proyecto de vida.
En el corazón de Bucaramanga, bordeando la calle 33 con carrera 22, se encuentra José Iván Núñez, un hombre que completó 44 años cosiendo los trajes más refinados para los varones de la ciudad.
Jose Iván recuerda que en el año 1977 aprendió a medir, cortar y coser de manera empírica junto con uno de sus hermanos. No obstante, confesó que “en un principio, no me dediqué de lleno al oficio porque no me llamó mucho la atención”.
Dos años después, en 1979, Núñez y otro de sus hermanos, quien también aprendió el arte de la confección, montaron su propia sastrería. En ese momento, José Iván invirtió 16 mil pesos que tenía ahorrados y el 8 de junio de ese mismo año, se abrió la tradicional Sastrería Núñez.
Para este hombre, lo más bonito de ser sastre es “la satisfacción que tienen los clientes cuando les entrega uno el trabajo. Ellos se encargan de contarle a más personas y gracias al voz a voz nos hemos mantenido por más de cuatro décadas”.
Sus secretos
Entre los secretos del buen sastre, para el propietario de este negocio se encuentran “la paciencia y que a uno le guste el oficio. También se debe tener claro que el cliente siempre tiene la razón y hay que tener con él cumplimiento y responsabilidad a la hora de entregarle sus prendas”.
En este negocio, la constancia les ha servido para mantenerse vigentes y de allí sobreviven y se sostienen cerca de 10 personas entre empleados y propietarios.
Cuando se le pregunta a este profesional con las telas e hilos, sobre sus más grandes sueños, Don José asegura que anhela ver a su hija graduada y especializada y disfrutar de “lo que Dios nos ha regalado por medio de este trabajo… pasar la vejez más tranquilo”.