A medida que pasan las horas, se van conociendo nuevos detalles de la matanza de una familia que dejó consternada a la comunidad de Tibú, en Norte de Santander.
De acuerdo con videos que han sido divulgados en internet, Miguel Ángel López, dueño de la funeraria San Miguel, y su esposa Zulay Durán Pacheco, viajaban en un vehículo mortuorio de la empresa, en compañía de su bebé de seis meses, cuando se presentó el ataque sicarial.
Sucedió en la noche de este miércoles, en la vía que comunica al municipio de Tibú con Cúcuta, cuando un grupo armado los interceptó y disparó a través del vidrio panorámico, en inmediaciones de la vereda La Valera, en el corregimiento La Silla.
En esta vía se han presentado varios atentados en el último año, que incluyen la detonación de explosivos al paso de un convoy militar y la quema de maquinaria pesada, lo que refleja una fuerte presencia de actores ilegales, incluyendo la guerrilla del ELN, disidencias de las Farc, Clan del Golfo y bandas locales inmersas en la extorsión y el narcotráfico.
Por esa razón, las autoridades no acudieron de inmediato al sitio, temiendo una emboscada, pero varios colegas de López, integrantes del gremio funerario, fueron a la escena del crimen a proteger los cadáveres.
También salió a la luz pública que la familia todavía estaba celebrando el cumpleaños de Miguel Ángel, nacido un 14 de enero.
El propio presidente Gustavo Petro se pronunció sobre la masacre en su cuenta de X. “Una noticia lamentable (…). Unidades de Policía se encuentran adelantando actividades de recolección de información y verificación, para establecer los móviles y autores del hecho”, trinó.
De igual manera, los medios locales recordaron un documental periodístico sobre el oficio de los funerarios en la región del Catatumbo, en el que Miguel Ángel López había concedido una entrevista. “Yo recibo la muerte con las manos abiertas”, expresó en el video el hoy difunto, añadiendo que trabajaba como tanatólogo, embalsamador y agente funerario en una de las regiones más violentas del país.
Contó además que en algunas ocasiones cumplía la función de primer respondiente en la escena del crimen, cuando la Policía le pedía el favor de que recogiera cadáveres en lugares peligrosos y los llevara a la estación, para poder hacerles la inspección judicial.
“Debido al orden público que se maneja en la región, las autoridades no van al lugar de los hechos a hacer la inspección. A mí me ha tocado ir solo a recoger el cuerpo, subirlo al carro y transportarlo”, expresó.
Esta misma situación de presentó en su caso, cuando los forenses no acudieron en principio a recogerlo a él y a su familia.
El pasado 14 de septiembre hubo otra masacre en Cúcuta, en la que los sicarios también atacaron un carro y mataron a un menor de edad que iba con su padre.
Tal cual lo informó El Colombiano en ese entonces, el crimen ocurrió en la entrada de un colegio en el sector de Pinar del Río, cuando el presunto narcotraficante y ganadero Luis Miguel Osorio Chacín, de nacionalidad venezolana, llegó en un carro blindado con dos escoltas, para recoger a su hijo de 14 años y otras compañeritas del menor.
En el tiroteo murieron el narco, el adolescente y uno de los guardaespaldas; dos colegialas y el segundo escolta quedaron heridos.