Una madre de cuatro hijos, Bevan, se vio afectada por una enfermedad poco común llamada acromegalia, que transformó su apariencia de manera drástica. Este cambio no solo alteró su vida, sino que la llevó a adoptar el título de “la mujer más fea del mundo” como una estrategia para mantener a su familia.
Nacida como Mary Ann Webster en 1874 en East London, Bevan disfrutó de una juventud marcada por su belleza y una vida familiar estable. Se casó con Thomas Bevan, un granjero de Kent, con quien tuvo cuatro hijos. Sin embargo, su vida tomó un giro inesperado con la muerte prematura de su esposo en 1914, momento en el que los síntomas de la acromegalia comenzaron a manifestarse de manera más evidente.
La acromegalia, una enfermedad poco comprendida en aquel entonces y sin tratamiento disponible, transformó gradualmente el rostro y el cuerpo de Bevan. Sus manos y pies se hincharon, su mandíbula se protruyó y su apariencia se volvió grotesca a los ojos de la sociedad de la época. Sin recursos para tratar su condición, Bevan se vio obligada a enfrentar la realidad de su transformación física.
Ante la necesidad de mantener a su familia, Bevan tomó una decisión que muchos considerarían desgarradora: capitalizar su apariencia empeorada. Participó en concursos locales de “La Mujer Más Fea”, donde superó a cientos de competidoras. Esta elección la llevó a encontrar trabajo en el circo Barnum and Bailey, y más tarde en el espectáculo de Coney Island llamado Dreamland, donde pasó el resto de su vida.
El público era invitado a observar su apariencia transformada, sus manos y pies agrandados, mientras ella soportaba las miradas de disgusto con dignidad. A pesar de las dificultades, Bevan encontró fuerza en su papel de proveedora para sus hijos. Mostraba fotos de su familia a los visitantes y se enorgullecía del éxito de su hijo en la marina británica.
Durante los años que pasó actuando en Nueva York, Bevan logró su objetivo de asegurar el futuro de sus hijos. Aunque su historia es una de dolor y sacrificio, también es un testimonio de amor incondicional y determinación en medio de la adversidad. Mary Ann Bevan, “la mujer más fea del mundo”, se convirtió en un ejemplo perdurable de la fuerza del vínculo maternal y la capacidad de superar las pruebas más difíciles por el bienestar de los seres queridos.