En tierras del municipio de Chipatá, Santander, una joven talentosa encontró su verdadero hogar entre relinchos y galopes de caballos.
Desde los primeros momentos de su infancia, Mariana Bustos Díaz estaba destinada a una vida entre los estribos y las riendas. Un camino que la llevaría desde los campos colombianos hasta los portentosos escenarios internacionales de la equitación.
Precisamente los caballos han sido parte de la vida de Mariana desde sus primeros años. Aunque nació en Cúcuta, Norte de Santander, su verdadero deleite residía en Chipatá, apacible pueblo santandereano de su familia materna.
Con un poco más de un año de edad, Mariana, en compañía de sus tíos y sus primos, se unía a las tareas diarias como hacer los ‘mandados’ y llevarle el desayuno a Armando Díaz, su abuelo, hasta la finca, ubicada a unos 15 minutos del pueblo. Todas estas ‘aventuras’ siempre fueron a lomo de un caballo.
Desde el momento en que llegaba al pueblo, la pequeña Mariana buscaba a su abuelo Armando. Seguirle los pasos era llegar a los establos, el lugar donde podía tener contacto con los caballos. Transitaba el 2012 y con dos años, la niña mostraba entusiasmo por realizar las tareas de aseo en el establo. Cuenta Armando que apenas podía sostenerse de pie, pero sus intentos por limpiar el aserrín y la suciedad eran exitosos.
Un vínculo eterno
“Tocaba los caballos sin miedo. A los 4 años ya sabía cómo dirigirlos para lograr acostarlos…”, una gran muestra de dominio que se logra cuando hay conexión con el caballo, relata su abuelo. Armando contaba con una yegua mora y una potranca llamada ‘Luna’. “Eran muy mansitas, eso hizo que Mariana tuviera más confianza en los animales”.
Así lo recuerda ella, quien no olvida esos buenos tiempos. “Juntos vivimos momentos increíbles, como las cabalgatas de diciembre en Chipatá”, rememora con una chispa de nostalgia. Pero entre esos recuerdos, uno se destaca como una lección de vida que la ha acompañado desde entonces.
“Recuerdo una vez en particular”, continúa Mariana, “cuando decidí montar al caballo de mi abuelo. Era un animal desconocido para mí, diferente a las yeguas con las que solía estar. No era un caballo fácil, me hizo caer cuatro veces, pero cada vez me levanté con más determinación.
Esa experiencia me enseñó la importancia de la persistencia. Aprendí que siempre hay que volver a intentarlo, sin importar cuántas veces caigamos. Esa lección ha sido una brújula en cada día de mi vida”.
Motivados por la pasión que Mariana demostraba por la equitación, Omar Bustos y Carolina Díaz, sus padres, conscientes del potencial de Mariana, buscaron una escuela de equitación, que no solo cultivara sus habilidades técnicas, sino que también le brindara los conocimientos y la experiencia necesarios para destacarse en el exigente mundo ecuestre.
Esta decisión no solo representaba una inversión en la carrera deportiva de su hija, sino también un compromiso con su crecimiento personal y su realización como amazona, esa mujer destacada por sus habilidades para cabalgar.
Antes de cumplir los cinco años, los directivos de la escuela de equitación de Mariana tomaron la decisión de incluirla en sus primeras salidas a exposiciones equinas.
Dentro del juzgamiento, los porcentajes de calificación se asignan en un 40 % a la postura de equitación y un 60 % hace referencia con el manejo del ejemplar. La amazona debe reunir 100 puntos divididos entre el dominio, el uso de ayudas y las figuras.
A este criterio se suma cada parte del cuerpo de la amazona en sinergia con el ejemplar, posición de cabeza y cuello de ambos, asiento, espalda, brazos y codos, manos, piernas y pies.
El regalo que cambió su destino: ‘Princesa’
Para apoyarla en esta nueva etapa de su formación, los padres de Mariana le regalaron una yegua, ‘Princesa’ que no era la más fácil, ni la más dócil, pero que se convertiría en su maestra más valiosa.
Recordando aquellos días, Mariana reflexiona con cariño sobre la experiencia: “Fue como tener una profesora a mi lado en cada paso del camino. Aunque no fuera la yegua más sencilla de montar, me enseñó lecciones que aún llevo conmigo”.
Los entrenamientos de Mariana eran programados dos o tres veces por semana, pero su pasión por la equitación omitía ese calendario”, comparte Carolina. “Los fines de semana, por puro gusto, ella buscaba cualquier oportunidad para montar”.
A los nueve años, Mariana alcanzó su primer oro en Pereira. Fue un día inolvidable, una mezcla de emociones, sumada al corto tiempo que tuvo para familiarizarse con la yegua asignada, apenas 15 minutos.
“Recuerdo claramente ese día”, expresa Mariana con un poco de ansiedad. “Entré a la competencia sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción, pero una vez que estuve en la pista, me concentré en hacer mi trabajo”.
Andrés López, juez de caballos criollos colombianos y de equitación, con ojo experto, observó cómo Mariana competía desde una edad temprana, maravillado por su dominio en la conducción de los caballos criollos de paso y su impecable posición sobre la cabalgadura.
“La vi competir desde muy pequeña con su gran habilidad en la conducción de los caballos criollos de paso “, comparte López. “Su posición en la silla y su manejo del caballo eran notables, la hacía sobresalir en cada una de sus categorías”.
A lo largo de los años, Mariana acumuló numerosos logros, incluyendo varias medallas de oro que reflejaban su dominio en la arena de competición. Para López, el éxito de Mariana no fue una sorpresa, sino más bien la culminación natural de su arduo trabajo y su pasión por los caballos.
“Ella posee disciplina, constancia y un profundo amor por los caballos”, continúa con los elogios su abuelo. “Estas cualidades la han convertido en una amazona excepcional”. Para él, el éxito de Mariana va más allá de los trofeos y medallas, representa la manifestación de su carácter y su compromiso con su arte.
El camino hacia el éxito en el mundo ecuestre ha estado marcado por desafíos financieros para la familia de Mariana. Los altos costos asociados con cada salida a competencias representaron un obstáculo significativo, lo que llevó a su familia a organizar rifas y buscar recursos adicionales para asegurar que Mariana tuviera acceso a buenos caballos y oportunidades para competir en igualdad de condiciones.
Un legado de excelencia
Como miembro destacado de la selección Colombia, logró conquistar dos medallas de oro en competencias internacionales y una más en el ámbito nacional, todo ello a la temprana edad de diez años. Sin embargo, su ambición no se detuvo ahí.
“Tenía muchas posibilidades de ir a un mundial”, comparte su madre con orgullo. Para clasificar, los jinetes debían acumular cierto puntaje a través de la participación en numerosos eventos. Mariana, con su dedicación y habilidades excepcionales, logró alcanzar este puntaje en la mitad del tiempo requerido.
Pero su sueño de competir en un mundial se vio abruptamente interrumpido por la llegada de la pandemia. La crisis que significó esta época para el mundo entero, obligó a su familia a tomar la decisión de trasladarse a Estados Unidos, lo que significó un cambio drástico en sus vidas.
De repente, la familia estaba de frente a un nuevo idioma y ante proyectos personales que no tenían relación con el mundo ecuestre que tanto amaban.
Carolina Díaz, madre de Mariana
Este cambio repentino tuvo un impacto profundo en Mariana. Después de un año en su nuevo entorno, su madre Carolina notó un cambio en ella. Su estado de ánimo comenzó a decaer, y la chispa que solía brillar en sus ojos se desvaneció. Fue en una Navidad, entre lágrimas y anhelos, cuando Mariana expresó su deseo más profundo: volver a estar cerca de los caballos.
El renacer de un sueño, lejos de casa
Con el deseo de ver a su hija feliz de nuevo, sus padres emprendieron la misión de encontrar una manera de devolver a Mariana al mundo que tanto amaba y aunque ese sueño se había visto momentáneamente apagado en noviembre de 2022, para febrero de 2024, una chispa de esperanza rodeaba a la familia.
La oportunidad llegó cuando Mariana recibió una invitación para participar en un espectáculo ecuestre. Sin embargo, había un obstáculo: Mariana no tenía un caballo para montar. Así que la tarea era encontrar uno en un plazo ajustado.
Entonces comenzó la carrera contra el tiempo para encontrarlo, y todo esto a un día de su debut en Estados Unidos, lejos de casa, de su abuelo y de ‘Princesa’. Mariana se enfrentaba al desafío de enseñar al caballo los movimientos especiales que serían clave para su desempeño en la competencia.
La situación se complicaba aún más cuando se hizo evidente que los caballos disponibles no estaban completamente preparados para realizar los circuitos de la competencia. Sin embargo, Mariana intentó hasta altas horas de la madrugada enseñarle a su caballo cada movimiento necesario con el fin de alcanzar la perfección en la pista.
Ante la incertidumbre, Carolina consideró la posibilidad de que su hija abandonara la idea de participar en el espectáculo. Pero Mariana, así como esos caballos, mostró determinación indomable y optó por un joven potro que mostraba una mayor disposición para ser manejado y entrenado. La conexión entre el caballo y el jinete era fundamental.
“El caballo y el montador deben ser uno solo”, asintió Mariana: es importante la armonía y la sincronización entre el jinete y su compañero equino. Con esta mentalidad, se preparaba para enfrentar el desafío que tenía por delante, confiando en que su determinación y su vínculo con el caballo la llevarían a la victoria.
Un binomio impecable
Al llegar al coliseo, Mariana y el joven potro se preparaban para enfrentar el desafío, Mariana demostró una destreza y una habilidad excepcionales, dejando una impresión impecable en el público y los jueces.
Los resultados de la competencia se anunciaron en inglés, lo que dejó a Carolina en la incertidumbre. Inmediatamente buscó ayuda para comprender el veredicto. Para su sorpresa y alegría, descubrió que a su hija le había ido extraordinariamente bien.
“¡Jugó sin zapatos y la sacó del estadio!”, le dijeron con entusiasmo. A pesar de las circunstancias y el corto entrenamiento, Mariana había logrado un triunfo notable al ganar el primer puesto en la competencia.
Impresionados por su habilidad y determinación, decidieron seleccionarla como una de las seis niñas más destacadas, que representarán a Estados Unidos en el próximo mundial en Puerto Rico.
Verla competir y triunfar es una explosión de emociones que no tiene una descripción precisa, continúa Omar Bustos. “Soy una persona que poco llora, pero las veces que he llorado ha sido de alegría y eso lo ha ocasionado ella con sus triunfos”.
Los nervios, la ansiedad y el orgullo invaden a su padre: “Tengo medio corazón en Colombia pero ella hace que todo aquí, valga la pena”.
Mariana dice sentirse orgullosa y lo comparte con gratitud. “Ha sido un trabajo constante desde que era una niña. Nunca imaginé que llegaría a formar parte del equipo de Estados Unidos. Todo esto lo he logrado gracias a mi esfuerzo desde Colombia, el apoyo de mi entrenador, las personas maravillosas que he conocido en el camino, mis amados caballos y, por supuesto, el apoyo incondicional de mis padres”.
“Me he dado cuenta de que está haciendo muy bien las cosas en Estados Unidos”, compartió Andrés López. “Está dejando el nombre de nuestra patria muy en alto”. Para él, el éxito de Mariana no solo su habilidad como amazona, sino también un reflejo del talento y la excelencia que caracterizan al deporte ecuestre en Colombia.
A los elogios del juez se suman los de su abuelo, que desde Colombia asegura que la constancia y la disciplina la harán grande en Estados Unidos. “Un reconocimiento a su arduo trabajo y sacrificio a lo largo de los años”.
El próximo desafío
Como miembro del equipo, Mariana representará a su país adoptivo en el escenario mundial de la equitación. Su próximo desafío la llevará al mundial de equitación en caballo de paso Félix Santiago Óliver, que se celebrará en julio en Puerto Rico.
“Será un mundial de cuatro días”, afirmó con entusiasmo la joven de 13 años. “Quiero establecer una conexión con mi caballo y disfrutar cada momento de esta competencia”, dice.
Con cada figura, cada giro y cada movimiento, Mariana aspira a crear un binomio impecable con su caballo, demostrando la armonía y la sincronización que han sido el sello distintivo de su carrera ecuestre.
Mariana también adelanta sus estudios secundarios en el estado de Tennessee, en la ciudad de Murfreesboro. A pesar de los desafíos que conlleva llevar una vida dividida entre el deporte y la educación, Mariana ha demostrado una notable capacidad para adaptarse y prosperar en su nuevo entorno.
“He encontrado una fácil adaptación”, compartió Mariana con entusiasmo: “Me gusta donde vivo porque tengo muchos amigos y todo está cerca. No hay tanto tráfico. Es tranquilo, diferente y tengo muchos amigos”.