El pasado miércoles, 3 de abril, se conoció el caso de una mujer quien fue acosada sexualmente por un motociclista. El hecho ocurrió en Provenza, mientras caminaba por la calle junto con su bebé y su mascota. El incidente con ella es solo uno de los tantos que se registran a diario en el área metropolitana de Bucaramanga.
Según un informe de la Veeduría Distrital, por ejemplo, ocho de cada 10 mujeres han experimentado una situación de acoso sexual. Es más, un estudio de la ONU Mujeres, señala que el 86,2 % de ellas considera que los espacios públicos son inseguros. El panorama es bastante preocupante, enfatiza el informe.
“Ese desgraciado me tocó. Pensé que me iba a robar, y se aprovechó que ese día la calle estaba sola”, denunció en medio de la indignación otra joven, quien también habría sido acosada por el mismo motociclista. Estos testimonios se repiten en redes sociales, tras conocerse la mencionada grabación.
Aunque este tipo de denuncias son bastante frecuentes en redes sociales, no hay un panorama certero con respecto al acoso callejero, debido a que este fenómeno no es considerado un delito en Colombia a diferencia de países como Argentina, Chile y Perú. Esta circunstancia dificulta su denuncia.
No obstante, la realidad es preocupante, así lo reveló un reciente estudio del programa de diseño de modas de la Universidad Manuela Beltrán, UMB, en el que se encontró que tres de cada cinco (el 60 %) encuestadas han dejado de utilizar algunas prendas de vestir porque sienten miedo del acoso callejero.
Además de este escenario, otros que generan incomodidad e inseguridad a las mujeres, según el estudio, son los centros de salud con el 57,2 % y los sitios de rumba con el 21 %.
Acosadores atentan contra la integridad
Tanto en la calle como en otros espacios predominan las miradas obscenas, gestos inapropiados, silbidos, piropos, chistes o comentarios sexualmente sugestivos sobre el cuerpo, el tomar fotografías o videos del cuerpo e incluso persecuciones, lo cual atenta contra la integridad de las mujeres y niñas.
“El acoso callejero atenta contra el bienestar de las mujeres y niñas porque las reduce a ser un objeto que se puede sexualizar, lo cual implica la vulneración de sus derechos y atentar de su dignidad. Las manifestaciones del acoso callejero constituyen sufrimiento psicológico, sexual, físico y/o simbólico. Todo lo anterior atenta al derecho de las mujeres y niñas a vivir una vida libre de violencias”, asegura a Q’hubo Karen Pérez Álvarez, abogada y docente universitaria en temas de género y derecho.
De acuerdo con la experta, las principales causas del acoso callejero o de las violencias basadas en género están relacionadas con factores culturales y sociales que hacen que un gran porcentaje de la población normalice las violencias en las que el sexismo y el patriarcado son predominantes, así mismo perpetúan roles de género que desfavorecen a las mujeres en cuanto al reconocimiento y garantía de sus derechos, así como a las personas que no cumplen con esos roles establecidos o buscan subvertirlos.
“Algunas personas suelen ser indiferentes al acoso callejero porque han normalizado las violencias de género, teniendo en cuenta que nacemos en una cultura predominantemente machista se da esta normalización de las violencias basadas en género. Se suelen justificar o minimizar con base a estereotipos o prejuicios. La idea de las mujeres como territorio de conquista y el rol asignado a los hombres como sujetos dominantes hace que esta violencia se vea invisibilizada y poco atendida; así como las bajas tasas de denuncia de esta violencia en razón a la normalización de la misma”, agrega la abogada Karen Pérez.
En ese sentido, “podríamos decir que el acosador se hace a partir de la concepción y educación que se da en entornos patriarcales y sexistas”.
¿Qué hacer ante el acoso callejero? las autoridades responden
El acoso sexual callejero no está tipificado como delito, sino como un acto de violencia; las autoridades lo clasifican como una injuria por vía de hecho. No es un proceso penal, sino un tema de conciliación entre las partes. Sin embargo, para que la injuria se configure como delito se deben tener en cuenta tres elementos: que una persona diga de otra un hecho deshonroso, la persona que diga el hecho deshonroso sea consciente de que el hecho es deshonroso y que el hecho tenga la capacidad de dañar la dignidad de otra persona.
No obstante, en 2009 la Corte Suprema Justicia dijo que con el acoso callejero no hay violencia, sino sorpresa. Por eso no suele haber detención y puede ser conciliable, así que estos casos rara vez llegan a una condena.
“Son muy pocos los casos que se denuncian ante la Fiscalía o la Sijin por este tipo de acoso, por diferentes razones entre estas por miedo o represalias de los agresores. Esto no quiere decir que las denuncias basadas en violencia de género no existan, porque sí las hay, este año la Sijin ha recepcionado 90 denuncias de violencia contra la mujer”, aseguró a Vanguardia la capitán Yadi Torres, jefe del Grupo de Protección de la Policía Metropolitana de Bucaramanga.
Cuando se presentan estos tipos de casos, según explica la oficial, es importante la ayuda de la comunidad para poder identificar al agresor. Esto teniendo en cuenta que, por lo general, cuando una mujer es acosada puede quedar en shock, llegar a experimentar síntomas de estrés postraumático, sudoración excesiva y dolores de cabeza que, posiblemente, no le permitirán reaccionar ante la agresión.
Bucaramanga ha puesto en marcha diferentes estrategias para reducir el acoso y para que, a su vez, las mujeres alerten cualquier tipo de situación en las que puedan ser víctimas de violencia o abuso. Una de ellas es la patrulla Púrpura, que busca concientizar a los bumangueses sobre cuándo y cómo se presenta una situación de riesgo de violencia de género.
Otra es la estrategia de Pregunta por ‘Ángela’, cuya ruta de atención se activa cuando una mujer se siente agredida u otra persona ve que hay una mujer en riesgo de ser víctima de violencia, producto de los excesos por consumo de alcohol.
El desafío principal seguirá siendo propender por medidas que busquen la garantía del derecho a las mujeres a vivir una vida de violencias en cualquier ámbito, tanto el público como el privado así como la desnaturalización de las violencias de género. Que como sociedad entendamos que no son normales y que el Estado realice acciones de prevención, atención y sanción efectivas para erradicar estas violencias.