Sentados, sin que nada los perturbe, Jose Abelardo y Leoncio fabrican con sus propias manos, llenas de callos, decenas de sillas a la semana.
Ambos manufacturan mecedoras y sillas de todos los estilos y colores, ya que este producto “se puede ir acomodando al gusto y diseño que el cliente busca” afirma el ‘patrón’ del negocio, Jose Abelardo Arias.
Hace más de 15 años, Arias y su socio viven de transformar algunas varillas de hierro que consiguieron en la ferretería y manojos de hilo plástico en mecedoras, ‘pavo reales’, ‘mojarras’ y diversos estilos de muebles típicos en todo hogar colombiano.
Escuela barrameja
Oriundo de San Luis, Antioquia, Jose Abelardo con tan solo 25 años se mudó a Santander e hizo caso a aquel letrero vía al aeropuerto que dice: “El que pisa tierra santandereana, es santandereano”.
Como un comunero más, el rebusque lo llevó hasta Barrancabermeja. En este municipio aprendió todo lo que tenía que saber sobre la fabricación de sillas de hierro y plástico y al poco tiempo se trasladó hasta “la ciudad bonita”.
En su modesto taller, ubicado en el barrio San Miguel, todos los días figura, corta y suelda las varillas que se convierten en el esqueleto de la ‘artesanía’ que se roba el sueño de más de uno.
Son 4 décadas en el negocio y con 65 años de vida, él sigue con el plan de ganarse la vida fabricando muebles y restaurando algunos que aún les quedan ‘añitos’ de vida.
Formas de descansar
No hay silla completamente igual a otra. Cada una posee un estilo distinto según su armado y forma de tejerse. Por ejemplo, no es lo mismo una silla estilo mojarra, la cual está sin un solo espacio entre el tejido y una estilo pavo real la cual es fija y posee distintas aperturas verticales alrededor del espaldar.
Cada estilo posee una forma definida de armado, desde el proceso de construcción hasta la manera en la que se entrelaza el plástico de colores.
Es por eso que el valor varía con el deseo y bolsillo del cliente. Algunas sillas pueden costar 250 mil pesos debido al uso de elementos en madera, variedad de colores y el tamaño solicitado.
Sin importar el precio, todas las piezas cuentan con el mismo objetivo: brindarle un descanso y frescura única que ninguna cadena de muebles europeos puede ofrecer.
A pesar de que los romanos fueron quienes transmitieron la técnica del tejido en mimbre a lo largo de toda Europa y el mundo, quienes han llevado esta técnica a otro nivel son los artesanos colombianos.
A tal nivel que el Museo de Arte Moderno de Nueva York le dio un espacio a los diseños de sillas colombianas a finales del año pasado.
¿Mimbre?
Leoncio Gómez Bermúdez, está sentado desde las 8:30 de la mañana hasta casi las 11:00 de la noche tejiendo y enrollando los hilos plásticos en el esqueleto de las sillas pedidas por encargo. Según él, el material que utilizan no puede considerarse como mimbre, ya que el material carece de origen natural.
Eso sí, una de las bondades del diseño en plástico es que este material cede a la horma y peso del dueño, “con estos hilos la silla puede durar cuatro o cinco años y cuando ceda por completo, pueden venir a cambiar el tejido y hasta el color” revela el maestro tejedor.
De hecho, la silla puede ser el mejor detalle en estos días de calor en ‘la ciudad de los parques’. Tanto Leoncio como José están seguros de que el amor por este mueble colombiano está viviendo su segundo auge.
Sea por la nostalgia o por una mayor empatía por el oficio artesano, ambos socios reciben encargos a diario. Son de 10 a 13 unidades que entregan al día y la demanda es alta porque ‘patrones de las siestas’ como ellos escasean.