Las personas suelen pensar que esas historias que se cuentan en el programa Séptimo Día, de macabros crímenes que pasan impunes por años, ocurren siempre en otros lados, en pueblos polvorientos. Sin embargo, cientos de habitantes en la Comuna 13 convivieron por años, sin sospecharlo, con un hombre buscado por un terrible homicidio.
La historia comienza en un pueblito llamado El Paraíso, en Algeciras, un municipio del departamento del Huila, apostado a la orilla del río Magdalena y con una larga historia de dolor y muerte que sembró allí el conflicto armado por cuenta de las tomas guerrilleras y las masacres ocurridas a finales de los 90 y principios del siglo XXI.
Una noche cualquiera de un fin de semana, decenas de personas se encontraban bebiendo, bailando y disfrutando en una gallera, cuando en medio de la fiesta dos mujeres se enfrascaron en una pelea.
Temiendo que la cosa pasara a mayores, un campesino llamado Arbey Galindo Ipuz decidió mediar en el pleito para separar a las mujeres y calmar los ánimos. Pero de repente, y sin mediar palabra, un menor de edad presente en el lugar se le abalanzó a Galindo y le enterró un puñal en el estómago, tras lo cual salió corriendo del sitio.
Los presentes le prestaron primeros auxilios y alcanzaron a llamar una ambulancia, pero fue inútil, la gravedad de la herida fue tal que Galindo murió desangrado en cuestión de minutos.
Una vez el pueblo se puso patas arriba para buscar al asesino, se supo que el joven de escasos 17 años de edad había recibido ayuda para huir no solo de El Paraíso, sino de Huila, y mientras velaban el cuerpo de Galindo, su asesino huía en flota rumbo hacia algún destino desconocido.
Pero el caso nunca se cerró. Las autoridades presumían que el hombre se encontraba oculto en Medellín, pero no tenían pistas más fidedignas para seguirle los pasos. Así pasaron ocho años después del homicidio.
Sin embargo, el hombre finalmente cometió un error. Una fuente humana entregó información valiosa a los investigadores del caso. Resulta que el sujeto estaba preparando viaje para Garzón, Huila, un municipio ubicado a dos horas del pueblo del que había huido ocho años atrás. El presunto asesino quería conocer a su hija recién nacida y bajó la guardia lo suficiente para que los investigadores volvieran a encontrar su rastro.
Tras la información recibida, empezaron a halar la pita y encontraron las redes sociales del prófugo que confirmaron a las autoridades que no solo vivía en Medellín sino que se había ocultado en la Comuna 13 durante todo este tiempo.
Los investigadores le aterrizaron en Garzón, lo siguieron por algunos días, tiempo durante el cual el hombre acompañó a su pareja y a su hija a controles médicos. Confiado, creyendo que nuevamente podría hacer su viaje desde Huila a Medellín para vivir la tranquila vida que había llevado hasta ahora, llegó hasta la terminal de transportes de Garzón para abordar un bus que en 12 horas lo tendría otra vez en su casa, en su escondite. Pero se equivocaba.
Al hombre de ahora 25 años la policía lo capturó en plena terminal y le informó que, tras ocho años, deberá responder por el asesinato de Arbey Galindo. El coronel William Villa, comandante de la policía del Huila, resaltó la labor que adelantaron durante todo este tiempo las autoridades y la celeridad con la que siguieron las pistas en los últimos días que permitieron dar con la captura del sujeto el cual, según dijo el oficial, se creyó tan por encima de la ley que se movía “como pez en el agua” desde su escondite en la Comuna 13.